domingo, 3 de junio de 2018

CHAPEANDO



   Flecha andaba en su Harley por las noches, calles vacías, ni un alma, o mejor ni una persona, no todas tienen alma. Se dirigió al banco sin respaldo, donde dormía el Doctor João. Tenía dos botellas vacías bajo sus brazos. Era un Poeta notable ignorado, sobre todo por poetas notables, trepadores, olvidables antes de cruzar la calle. João entreabrió un ojo —¿Qué hacés Flecha, a esta hora? No te convido por razones bobas, igual me abriga tu visita…
   Antes de terminar sus chamuyos fraternos, aparecieron cuatro patrulleros, dos motos y un cuatriciclo. —¿Se puede saber qué hace durmiendo en un banco público?
  —Ud, oficial, general o lo que guste, lo ha dicho. Es un banco público, formo parte del público y duermo porque tengo sueño. Les presento a mi amigo, Flecha de la noche, asistente de los solos.
   —Esto es el colmo, hay que explicarles a Uds, que tienen la peor prensa del mundo, qué hace el Dr y Poeta João.
   Flecha sacó su chapa. Quedaron mudos.  
—Como podrán apreciar en este bronce, soy el Jefe del boludo que los manda y los llama negros de mierda ¡¡¡Fuera ya!!! Me tapan la luna y el silencio.
   Desaparecieron de inmediato. —Ché, Flecha ¿Vos sos cana?
   —Dr, Ud mismo me explicó, que el mundo se divide en nosotros y la cana.
   —Tenés razón, no me acordaba ¿Y la chapa?
   —Me la prestó mi hijo, pero estos animales no diferencian el bronce del cotillón.
   El Dr y Poeta, preguntó: —¿No me prestás una birome?, papel tengo.
   Se sentó erguido como los grandes y escribió una poesía, se la entregó a Flecha, doblada prolija. 
—¿La puedo leer?
   —De ninguna manera, es para tu hijo y nadie más. Andá nomás, Flecha. Tengo ganas de seguir durmiendo.

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