jueves, 28 de junio de 2018

EL SECRETO



   —¡Está buenísimo!
   Las chicas miraron: —¡Rebueno! ¿Cómo no nos avisaste antes, boluda?
   —Les avisamos, pero ustedes estaban con los celulares. Se hablan todo, boluda.
   Sentado en un rincón, tomaba una gaseosa. Miraba la noche con ojos perdidos, escuchaba las voces estridentes de las chicas. Le tapaban los sonidos de las hojas, del árbol de la Terraza, que para él era una fiesta.
   —Seguro que va a una fiesta, traje y corbata, mm…
   Las otras le dieron a las zapatillas y se reían del estampado de la corbata. Ningún color pegaba con nada.
   —Coty, vos que sos cara de piedra, ¿por qué no lo invitás?
   No esperó que la otra terminara la frase, se puso voz de esófago enfermo: —Hola, te invito a nuestra mesa.
   Él contestó áspero: —Disculpá mi sinceridad, pero voces tan altas me roban el silencio de la noche. Si querés sentate conmigo y contame algo de risa.
   Toti le contó el chiste del sapo, sólo dijo: “pobre sapo”.
   —¿Qué hora tenés?
   —No tengo.
   —Me tengo que ir, gracias por tu breve compañía.
   Dejó sobre la mesa el dinero bien prolijo, con una propina asombrosa. Se levantó de la silla, tomó el bastón plegable, del bolsillo, lo desplegó, era blanco fluo . Cruzó la avenida por la senda peatonal y saltó al cordón rozando la vereda.
   Las chicas, colgadas del balcón, lo siguieron con los ojos.
   Coty dijo: —Aunque sea ciego, me gusta un montón, yo lo sigo a donde vaya, me inspira respeto y admiración, si llega a algún lado oscurito, le como la boca.
   Coty hizo una media luna y fue tras él.


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