jueves, 7 de junio de 2018

SUSURROS DEL ACANTILADO



   Nadie me preguntó, ni mi Sra Madre Castellet: “¿Queréis nacer? ¿O deseáis no saber?”. No, ella de prepo dijo al Duque: —Quiero un hijo, si tan amable fuereis y vertieres una semilla donde tú conocéis mejor que yo.
   Germiné más pronto de lo esperado, me costó salir, las mujeres de alcurnia, suelen tener úteros estrechos y pujar les parece pecado. La fuerza la ejercieron: la Matrona, el Ama de Llaves y Robin Hood, que por aquél tiempo desconocía el comunismo y se dedicaba a subir el puente del acantilado, estrecho como las dilataciones de Madre.
   Cuando supe lo que era, comprendí aquello de que uno nace sabiendo todo y luego olvida. No fue éste mi caso, tengo una memoria por demás memoriosa. Felipa, la Doncella de Madre, me alimentó de sus pechos, los cuales eran tan pródigos, que debían arrancarme para dormir. Madre preguntó: —Felipa, ¿cuántos años teníais cuando paristeis la niña que duerme en la cocina?
   Tuvo miedo que la echaran, al saberse la verdad, desconocía la mentira: —Sra Castellet, tenía doce años y en no habiendo hombres en el castillo de la Sra, el Duque visitaba mi humilde lugar, para cubrirme si frio hacía y me daba el besito de las buenas noches. Los pechos me crecían. Yo los vendaba, para que el Duque siguiera el trato de niña, que tanto bien le hacía a mi orfandad. Una noche entró a su ceremonia diaria, cuando iba a cubrirme, habló: “¿Pero qué tenéis aquí, mi querida? Esto es un regalo, mejor dicho dos regalos, que podéis compartir conmigo, ¿me permites entrar en tu cama?, tomar calor de ti. Este castillo es helado en invierno. Nos calentaremos juntos. Si sintiereis algo raro, es una semilla que te pondré para devolver tus favores…”
   Madre no quiso saber más: —A este Duque que vive de mi fortuna, no le saldrá gratis lo que hizo.
   Parece que le gritó a mi Padre, desde el extremo del castillo: —¡Sois un viejo pedófilo de mal aliento!
   Padre se detuvo en mitad de una infinita escalera: —Felipa, aceptó gustosa mis favores y durante la germinación se fajaba, hasta el plexo solar, para que nadie notara que estaba en estado interesante. La niña nació como salida de un túnel, nadie tuvo que sentársele encima, gracias a su generosidad, privó a su hijita de leche, para entregarla a nuestro niño.
   La Sra Castellet no se dejó intimidar ante las confesiones del Duque, así habló: —Antes de iros, os diré que la semilla de nuestro hijo, no fue tuya, Robin Hood lo hizo con la bestialidad del bastardo, fue un placer, por mí desconocido, le acertó la semilla. El niño saldrá fuerte y de Izquierda tarifada. Ahora Duquestrán, vete al acantilado y tírate de aquél lado, hay cocodrilos hambrientos que gustan comer porquerías.

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