domingo, 24 de junio de 2018

LA CARMEN



   Se casaron y la luna de miel recaló en Ibiza. Eran los primeros tiempos del ácido silégico, hicieron una fogata con amigos, tomaron un ácido silégico cada uno.
   Carmen, la que casó, fue llevada por Humberto a dar una vueltita en moto. El marido alucinó que una invasión de platos voladores los atacaban. Coincidió que fue una seguidilla de estrellas fugaces.
   Al amanecer llegó la que tenía marido y el mejor amigo del marido. El aspecto de ambos era el de haber jugado una batalla campal, a él le faltaba una ojota y ella perdió una tira del corpiño. Caminaba con una teta afuera, que tapaba con sus bucles.
   Se fueron a Villegas, donde el padre de Checho tenía un campo grande. Carmen, al tercer día resucitó de entre su aburrimiento y decidió vivir en La Plata. Dos semanas en Villegas, dos semanas en La Plata. Los viejos de la Carmen, se tomaron el buque, eran comunistas, los acompañó una amiga del mismo palo que los viejos, en tiempos de la represión. Dejó dos hijas en La Plata, que la Carmen debía controlar una vez a la semana.
   Una quincena de verano las llevó al campo, eran púberes, hablaban todo el tiempo, se habían instalado en su depto. Y Carmen llegó al odio, a ella no le costaba nada ese camino.
   Checho, chocho con la llegada de las pendejitas, mientras su mujer cabalgaba hasta el pueblo, él se bañaba en el tanque australiano, junto con las chicas, jugaban al “guarda que te agarro”, ellas se hicieron adictas al juego. Se quedaron otra quincena, que no daba para el agua. Era pródigo en invenciones, Checho, entre los maíces altos y sin ruta, dio cabida a las escondidas. Carmen ni miraba. Suspendió las cabalgatas al pueblo. Ahora visitaba de sol a sol, el campo lindero, cuyo Administrador le daba clases de insectos. Siempre le interesó a Carmen la vida de los insectos, se sentiría identificada.
   Ocurrió lo obvio, tanto “te agarré” y “sigamos jugando a guarda que te agarro”, ambas chicas quedaron pregnant. Carmen recibió el llanto de las niñas ninfómanas y les hizo practicar los legrados correspondientes, epilogando con: —Si le cuentan algo a su madre, las deporto.
   Las mandó a vivir a lo de la abuela nonagenaria, que las recibió chocha a las chicas, como Chacho, chocho, al dejarlas.
   Carmen se instaló en el campo de Villegas, dejó a su marido extrañado. Se lo dijo una noche de verano: —¿Sabés que esperamos un bebé?
   Él le besó la panza y con vos de mentira, contestó: —Qué buena idea, te felicito, no tendrá mis genes, pero al menos el nombre, lo elijo yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario