Manuel se vio en
figurillas cuando le pidieron colores y distribución de una bandera. Era una
persona humilde, introvertido, no le interesaba andar haciendo bandera. Las
personas de sangre fundacional querían algo que glisara, un palo al que
llamarían mástil, era más distinguido. A los custodios de Manuel no les daban
las manos para atender los mensajes de Bastos, Copas, Oros y Espadas, máximos
poderes que darían el origen a la Corrupcracia.
Era bueno
Manuel, quiso un lugar tranquilo para distender tales presiones y fue llevado
por una diligencia, hasta Paraná, donde en un río prístino, de harinas blancas,
tomaba baños solitarios. Luego se tiraba en un catre de campaña de dos plazas. Tomaba
sol estilo panqueque.
Muy sobrio en
sus comidas, por temor al engrosamiento, pasado una semana, hizo una profunda
meditación que le fue transmitida por el Gobierno de Indias. Apareció su único
amigo, Martín (todavía no canonizado). Ambos eran generales, allí se
conocieron, les trajeron los uniformes, para las batallas usaban dobles de
cuerpo.
Recién vuelto de
la Francia, Martín le señaló los colores de moda del banderío europeo: —¿Qué te
parecen?
Manuel inhaló en
silencio y exhaló hablando:
—Todo muy colorinche, quisiera algo más tranquilo,
como los ojos celestes de Guillermo Brown, no sé si lo conocés, es un pura
sangre inglés. Lo combinaría con blanco, que es contenedor de todos los
colores, si giran a velocidades de alta gama.
Las telas fueron
cosidas por costureritas de malos pasos, tan rápidas en el arte de
resolver. Manuel se sintió algo contrariado.
Su idea era
mitad celeste, mitad blanco, pero hubo una confusión matemática de estas
mujeres prácticas, pero analfabetas. A él le dio pena corregirlas y la dejó
así, celeste, blanco, celeste. Cuando la vio terminada le pareció tan aburrida,
que aconsejado por Napoleón Mandaparte, agregó un sol amarillo patito, al medio,
con ojos, nariz y boca. Entrando en los 100 años de vida, Manuel preguntó a
Martín: —¿Vos sabés para qué sirve la
bandera?
El amigo lo
miró, acostumbrado a sus tontas preguntas y le contestó por lástima: —Ay, mi
querido, es para poner junto a otras de países diferentes en el frente de los
Hoteles, de cuatro estrellas.
Manuel
respondió: —¿Vos sabés que me había olvidado completamente…?

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