sábado, 9 de junio de 2018

SOLTAR


   Los ladridos agudos vienen de ahí: Mateo delira con frecuencia, inventa, imagina, miente. Lo acompañé porque los ladridos eran ciertos. La casa no tiene paredes, un ángulo derruido y un techo oxidado. No sé cómo se sostiene, los dueños viven al lado. —Eso tampoco me lo creés, forraron la casa de piedras de cantera, hicieron una terraza y tienen ventanas de vidrios blindados.¡Mirá! Se ve todo, no seas cobarde, Rocho.
   Que me diga lo que quiera, yo, espiar no. Va fangulo, espío. Hay dos viejos con batas chinas, sale olor a perfume, todo brilla, caminan descalzos. Se están fumando un porro, del bueno, porque se cagan de risa. Le cuento a Mateo, me dice: —El perrito es de marca, esos que les dicen huesito de pollo pero más grande. La vieja no lo deja entrar, lo atan a la casa derrumbada, sin techo ni nada, protesta porque dice que le ensucia los pisos.
   —Tenés razón, Mateo, no siempre inventás.
   Dice Rocho: —Tengo una idea práctica, esta noche le traemos carne cortadita y lo desatamos.
   Le pareció cool. Cuando los viejos apagaron la última luz, le llevamos la carne, temblaba de frio cuando terminó de comer. Rocho dijo: —Che, lo envuelvo en mi campera, estos viejos son asesinos, me lo llevo a casa y en dos días lo traemos. Si los viejos no lo buscan, devolvemos el perrito.
   Nos hicimos amigos, dos días de amor para el animalito, dormía con alguno de nosotros y le compramos el mejor alimento. Una madrugada lo llevamos, lo dejamos atado con un poco más de soga. Lloraba, quería volver con nosotros. No somos de afanar. Escuchamos: —¡Mirá vieja! El perro volvió y se ató solo, son inteligentes estos bichos, no me digás.
   La vieja le contestó algo de los pisos y que ni se le ocurriera… La mañana siguiente pasamos, rumbo al colegio. El perrito colgaba del árbol de la casa, murió ahorcado. El tronco tenía un cartel escrito: “No deje animales en esta casa, o lo matamos a Ud, el animalito no tiene la culpa, pero jode.”

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