viernes, 14 de junio de 2019

DE TERROR



   Pedíamos limosna con vestidos andrajosos de mis Abuelos. La gente era muy generosa, ni nos conocían. Pasábamos tres meses y éramos el terror del pueblo, Mercedes, Bs As.
   Un sábado vino el Cura de la Iglesia, a pedir a mi Abuela, que no nos mandara más a misa, se le salían los ojos al viejo: —Son hijos de Satanás, Doña Clara. Hasta que se les vaya el Diablo del cuerpo, que no vengan. Guillermo, el de las ideas brillantes, encontró apellidos pícaros en la Guía, Tetamanti, Culaso, Pedote, Chotolasi y Caraco. Cuando los vecinos sacaban sus sillas de mimbre a la vereda, el calor decía hasta luego por un rato. A cada persona que pasaba, mi primo decía: “Adiós Sra Culaso”. “Ahí vienen las Chotolasi”.
   —Ahora deciles vos.-Y yo hacía caso al Capitán-.
   —Adiós Srtas Chotolasi.
   Las personas eran menos despiertas que en Bs As, pero no boludas, se daban cuenta. En medio de la noche, caminábamos por las medianeras y tirábamos corchos, bolitas japonesas, maderitas. Se asustaban de inmediato y llamaban a la Policía, que eran dos autos destartalados y un Fiat tortuga. Todo el pueblo sabía y los Policías eran cuatro viejos carcamanes, que preferían dormir y que los Abuelos se encargaran de nosotros.
   Mi primo hablaba cinco idiomas, Francés, Inglés, Italiano, Alemán y Malas Palabras. En lugar de decir Feliz Año Nuevo, decía Felisa Me Muero, gritaba y en Pascuas, Felices los huevos. A mí me emocionaba Guillermo, cuando la parra se hacía espesa, dormíamos la siesta sobre las uvas.
   Los Abuelos se pusieron viejitos y dividieron las Vacaciones, un mes y medio yo sola, y otro mes y medio Guillermo solo, de mentirita. Muy pronto hacía migas con cualquiera. Cuando me iban a buscar, mi Abuela hacía eclosión de lágrimas.
   Cuando lo retiraban a Guillermo, la Abuela se reía y le decía:—Taza, taza, cada uno a su casa.

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