—No sé para qué
existe la familia, te quieren, te protegen, te detestan. Ésta última fue mi
relación con la familia. A vos, único sobreviviente…
—Bueno, pará con
los reproches, se dio así.
Esos ojitos de cuis, pero verdes. —¿Sabés que
tenés ojitos que podrían ser de mar?, pero son riachuelos, charcos pisoteados.
¿Te acordás cuando le dijiste boludo a Papi? Lo más triste fue que lo venías
caminando de hacía rato. Papá era un santo no sólo con nosotros, con el mundo
entero, perdonó a su hermano, a Mamá, a vos. No son reproches. Yo no quiero
nada de vos.
Puso la boca
finita y su nariz ciranesca, se volvió espada. —Ya que estamos cara a cara,
¿sabés cómo quedaron los viejos cuando te fuiste sin decir nada?
Está solo y se
la banca, aunque cien personas lo circulen, está solo.
—No había nada
que decir, Mamá mandaba, todos obedecíamos. Fui mi propio arco y la flecha dijo
andate. ¿Vos sabías que Mamita querida me corrió con un cuchillo? Me salvaron
los vecinos. ¿Sabías que me encerraba en el sótano, hasta que se me partían las
tripas de llorar? Entonces abría. Yo tenía nueve y te cambiaba pañales, te daba
la mamadera, me levantaba cuando llorabas de noche y más. Fuiste mi hijo tres
años. Un hijo insoportable, por cierto.
Ahora me psicopatea con que va a cortar.
—Tenés
cinco minutos más, decime, necesito saber por qué los mataste, aflojaste cuanto
tornillo lleva un auto, perdieron la dirección, eso no tiene explicación.
Resopla. —Si no
fuera porque murieron, no tendríamos de qué vivir, además Papá te quería tanto,
fue su inconsciente. “Los chicos se quedan con la fábrica, tienen el porvenir
asegurado.” ¿Te acordás o no?
Era difícil
contestar entre separadores de aglomerado y veinte teléfonos en conversación.
—Yo no soy mejor
que vos, sí, sería capaz de asesinar, así dicen los honrados con escrúpulos,
los que saben discriminar. Este lugar lo pago yo, para que no salgas peor de lo
que sos, es limpio, la comida es buena y estás solo como te gusta a vos. En
cuanto a la Fábrica, no la necesito. Vivo de mi trabajo. Cuando quieras, te la
podés meter en el c…
Sonó la voz de
un Guardia. —Terminó el horario de visitas.
Se abrió un pasillo
y lo vi caminar en fila como cuando iba a la Facultad.

No hay comentarios:
Publicar un comentario