domingo, 30 de junio de 2019

UN HIJO



   Rey, su apellido parecía acompañar el mío, Reina. Lo provoqué, él me estudiaba las caderas y fuimos amantes, la primera vez dolió, después rogaba que tuviera un espacio para mí, dos veces lo hicimos en su casa, no era lo mismo. A mí me gustaba de noche, que me levantara en el auto como a una puta, él me decía: —Puta carnívora, me ponés loco, hasta pensé que me arrancabas el pito con tus dientes, prefiero que vos inicies la ceremonia y hagas lo que se te ocurra, cambiar de chicle, dejar una zona libre, mi culo es mío, el tuyo también,
   A los tres meses me largó, le pedí por favor: —No me dejes, si no te veo más, me muero.
   No pudo decir no ni sí. —Una vez por mes, puede ser, yo te aviso.
   Mi Rey lo hacía mal y se reía mientras tanto. 
   —¿No tenés dignidad, vos? Ahora enserio, conocí otra mina, va a una escuela de monjas, me calentó su uniforme. Era virgen y aprendió en una semana. Nos juntamos, fuimos felices, hasta que vi tus caderas caminando delante de mí. No sabés cómo te extraño, sufro, me da pena la otra mina, pero vos sos lo más. Ahora tengo un departamento que te va a gustar, tiene cama redonda y el techo es un espejo, querés, seguro.
   Reina lo miró y le pareció un perrito alzado: —No quiero, seguro. Me casé hace poco con el dueño de un astillero, es millonario y le gusta navegar el mundo. Me re quiere, me respeta. Tenemos cuartos separados, para no cansarnos de nosotros. Él también, cuando hacemos el amor, me dice puta. Fue una sorpresa anoche. —Reina, quiero tener un hijo con vos, un hijo de puta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario