El Editor se
murió. El Auditor opina que mis nuevos intentos no son buenos. Me dejaron sola
conmigo misma, que nos damos de patadas. Yo quiero escribir un clásico, algún
amor sin sentido, sintiendo el latir de los que sienten sin ser correspondidos.
Pueden llegar al suicidio por un ramplón de corazón muerto. Conmigo misma le
digo a sola, que ese tema remanido puede cambiar el orden de los
acontecimientos, recurriendo a palabras nuevas y nacer de lo nacido. La historia
se hace vanguardia. No hay duda que sola y conmigo misma, nos querramos o nos
odiemos, nos necesitamos. Conmigo misma, responde a sola con otra historia.
Se pone dentro
de una mujer joven, parisina, ama las violetas y viaja a Nancy, para llenar su canasto
y embriagarse del olor inefable de aquellas flores. Retorna a París, la esperan
paredes con empapelados rasgados, tiene un gato que vive de eso, cuando queda
solo.
La mujer mira
por la ventana la pared de enfrente, llena de musgo gris, que nunca supo que el
sol existe. Se recuesta en un jergón, a sus pies duerme el gato, sobre violetas
marchitas. Sueña con empapelados nuevos, mientras la mujer ronronea.
Conmigo misma me
resulta imposible salir de esta mujer. Sola me ayuda y recorremos París, con nuestros
fracasos abandonados en el subte.

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