lunes, 24 de junio de 2019

DONDE ESTÉS



   Estaban fríos pero vivos, se arrastraban hacia el fuego. Puse una lata con agua y un mate con un pequeño agujero, que perdía. Le señalé al hombre la lata y la puso sobre el fuego. La mujer tenía el mate en la mano, temblaba el hombre, me pidió bombilla.
   —No, de eso no tengo.
   Ella arrancó un yuyo seco y hueco. Antes de hervir el hombre cebó el primero. —Pierde por abajo.
   —Ya sé, es para calentarse la mano, lo conozco de hace mucho.
    Ella le clavó el yuyo seco al medio y tomaron. Eran hermanos comunicados. Me pasaron uno.
   —A mí el mate no me gusta, si pierde me pone triste, mate de pobre, yo le huyo a la pobreza. Tampoco me gusta chupar donde chuparon otros, vaya uno a saber qué tienen en la saliva.
   El hombre y la mujer preguntaron: —¿Dónde vive Ud? ¿Dónde queda su casa?
   Eran chusmas las visitas de otro pago. —Mi casa es ésta.
   Ella dijo que no veía ninguna casa. —Mi casa es aquí donde estoy, si me siento bajo el árbol, mi casa es allá.
   El hombre dijo: —Se nota que casa no tiene.
   No me molesté más en explicar, no iban a entender, mi casa soy yo y donde esté sentado, parado, o acostado. Me fui sin saludar, mi casa con piernas tenía ganas de mirar el río.  

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