jueves, 27 de junio de 2019

EL DUELO DEL DESEO



   Miraba las personas como si fueran maniquíes, ni mi mujer ni yo queríamos esperar. —Saludá a estas personas, Pachi, serán tus Papis en cuanto tengan los papeles.
   Pachi miró como si fueran maniquíes. —Mis Papis murieron en el incendio, mientras yo pescaba en la laguna. Estos no son mis Padres, son gente que no puede tener hijos, eso me explicó la Psicóloga.
   Pude ver a mi mujer, tratando de acariciar el pelo de Pachi. —No me toque, Ud no es mi Mamá, ella sí podía, hasta que murió. Búsquense otro, que a ellos les da lo mismo, bien contentos se pondrían. A los siete años no los quiere nadie.
   Se escapó de menores, corrió hasta caer agotado. Se le gastaron las suelas de las zapatillas pero no le importó. Llegó a su casa en ruinas, agarró un carbón del piso y escribió en una baldosa quebrada al medio: “Mami y Papi, los quiero, por si me olvidaron, soy Pachi”.    Se ausentó de sí y dormía entre tres paredes sin techo, aledañas a su ex-casa. Recorrimos con mi mujer el lugar del incendio. Fue en silencio, con el relato del niño, dentro nuestro. —Tiene que haber algo, no se puede volar como un pañuelo de papel.-Dijo ella, antes de descubrir el horror, a pocos metros-.
   Pachi agonizaba y los vio, no quiso pedir ayuda, miraba como un viejo que había vivido todo. Estuvo inconsciente algunos días. Los Médicos, que suelen ser freezer, recomendaron mucha ternura, mucho amor y hablarle despacio aunque pareciera dormido.
   Nosotros nos turnábamos en las vigilias. Ni nuestra relación tuvo tanta entrega.
   —Hace unas horas me desperté y nadie se dio cuenta, no tengo ganas de nada, pero me gustaron mucho los cuentos que escuché, lejos muy lejos. Voy a vivir con ustedes, necesito que respeten este dolor que no cierra.
   Ella le mostró una varita, con una estrella de cuatro notas.
   —Cuando quieras cualquier cosa, de todas las cosas, hacé sonar la estrella y allí estaremos.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario