miércoles, 12 de junio de 2019

UN DÍA PERVERSERO



   Caminamos hasta el cajero, Tobal sacó un dinero. —Esto es para que te compres lo que quieras.
   Me pareció innecesaria su generosidad. Tengo más ropa que años. Pero me gusta soñar y soñé. Quiero zapatos, cartera, un pulóver amplio, un pantalón ancho con algún corte raro, zapatillas color neutro, rímel, set de primeros auxilios y alguna parca tradicional. Por supuesto, ese listado existía como un deseo imposible y suntuario. Había algún negocio abierto, con ropa tipo “me la quiero sacar de encima.” Cuando emprendía la retirada, vi la vieja Casa Grimoldi, Sucursal Tandil. Entré con Tobal que ama protestar en negocios truchos. Se acerca una mina joven, con bigotes. —¿Necesita algo, la puedo ayudar?
   Justo caigo en esas banquetas horribles, forradas de plástico negro. Por primera vez no fue mi culpa. —¡Si venden zapatos y carteras, para qué mierda tanta banqueta!
   La chica que me habló primero mostró desprecio, no sé si por banqueta o por mierda. —¿Necesita algo, la puedo ayudar?
   Era un grabador la mina. —Voy a mirar y si me interesa algo te llamo, No hay nadie, ¿por qué no corrés esa banquetas?, digo, para libertad del movimiento.
   —La decoración es así.
   Encontré lo que supuse un bolso cómodo, con separadores y no pesaba nada, viene la mina y pregunta: —¿Quiere probarse, allá tiene un buen espejo.
   Hizo bien en la ridiculez de probarme una cartera. Las correas me apretaban la axila. —¿Se pueden alargar?
   —No, no se puede, es así, le cuento, ésa estaba a 7.000 pesos, la rebajamos a 5.000.
   La puse hecha un bollo y viene Tobal: —¿Cómo 5.000, si parece de caja de pizza?, esto no se lo vendés a nadie.
   Tomé otra cartera, bolsón insulso,  pero al menos no tenía escronchos plateados. Miro la correa, era como para sacarla a pasear de la mano. —Decime, che, ¿esta también es correa corta?
   —Es lo que se usa, todas vienen así. Costaba 10.000, ahora la tenemos a 5.000.
   Mentí para joder un rato: —¿Sabés por qué no la llevo? Porque la cartera me va chica y el precio me queda grande.
   De aquí a que la neurona entendiera, se le frunció el entrecejo y la baba.
   —No entiendo.
   Me ataqué. —Sí entendés, vos con tu sueldito, no podrías comprar un cuarto de esa cosa llamada cartera. Me alegra, no van a vender un carajo. Los K-Chorros compran en Buenos Aires, o Europa, depende el grado de corrupción.
   Tobal cerró con un: —Afeitate los bigotes, porque te van a llamar  Ricardo.
   Nuestro próximo rubro, Farmacia, le pido Adermicina, mira por sobre mi hombro, algo o alguien al fondo, me intrigó. Miré. Nunca lo sabré.
   —No se fabrica más.
   Puse cara de león de la Metro. —¿No se fabrica o no entregan?
   La pendeja masticando chicle con desesperación: —No se fabrica más.
   —¿Ché, Benítez, con qué se reemplaza la Adermicina?
   Me dirigí al tipo: —No, dejá, Benítez, eso no se reemplaza.
   Seguí con Caja de Gasas Grandes.
   —Están en falta.
  Seguí: —Rinhal, nasal, tres cajas.
  Fue a la trastienda y volvió con la pintura corrida, al cabo de ocho minutos. —Rinhal, recién la semana que viene, o la otra, no sabemos.
   Le pasé la lista a Tobal. —¿Tendrán Solución Fisiológica?
   Se piantó a la trastienda. —Recién vendimos la última.
   Es práctico Tobal. —Decime, pendeja. ¿Por qué te metés ahí atrás y volvés como si te hubieran echado tres polvos? Me hiciste acordar ¿Forros tendrán?
   La pendeja contestó con miedo de rata: —No, no hay.
   Tobal, a toda voz, contestó: —¡¿Cómo me decís que no?! Haber hay, todos Uds son unos forros.
   Nos fuimos cagados de risa, hicimos caer a dos viejitos que entraban.
   Y buéh, la perversión es contagiosa y en este pueblo de mierda, no hay vacunas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario