viernes, 28 de junio de 2019

UNÍVOCO



   Llegaba primero y salía última. No tenía ganas de levantarse para tomar la leche con café. El café solo, correspondía a los Padres. Cuando se iban a trabajar, volcaba su taza en el plato del gato. Ella no lograba entender la obligación de aburrirse en la Escuela, estudiaba en diez minutos antes de entrar, Cualquier cosa que la Srta Restanero preguntara, era la primera en responder con ampliación del tema, que obligaba a la Srta a sentarse y admirar cómo Ramona dibujaba en el pizarrón los desarrollos. Los compañeros la odiaban. A ella no le importaba. —Son seres inferiores, Mamá, el mundo sin ellos crecería lindo, pero no me voy a tomar el trabajo de extinguirlos, creo.
   La Madre era Maestra y le daban terror las opiniones de Ramona.
   —Hay que ser más tolerante, no tenés amigas, el gato es tu única compañía, me río porque son parecidos, hoscos, cómplices y siempre les pica algo.
   Su Padre era un desconocido, lo veía a la mañana y a la noche, el diálogo era unívoco. 
   —Buen día, te doy un beso porque estoy hasta las manos.
   De noche la saludaba con un beso. —Hasta mañana, Ramona, me voy a dormir. Trabajé demasiado.
   La Madre hacía un camino, el viejo otro, paralelo, pero no se cortaban en ningún lado o se cortaban solos y ella no sabía ni le importaba. Su casa era una obligación, tenía un plan para salir de toda esa rutina que le comía las ganas. A los doce dejaría de verlos, inventaría una ruta secreta y sin mochila. En la Clase de Costura, asistía obligada por su Madre. Diseñó un mameluco con bolsillos en todo el cuerpo, andar con manos sueltas, lamentaba dejar al gato, llamado Gato. Olvidaría pronto, porque a Ramona, la verdadera, no le importaba ni el gato.
   En el taller de su Padre, encontró una sierra eléctrica, le aparecieron ideas postergadas para cumplir sin gusto, antes de iniciar la ruta secreta. Llegó temprano a la Escuela, izó la bandera por la desgracia de ser primera. Cuando llegaron al aula, entraron la Srta Restanero y los seres inferiores estériles, a medida que pasaban, Ramona puso en marcha la sierra y les cortó la cabeza a todos. No se dio vuelta, aunque no le importaba ver sangre.  

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