sábado, 8 de junio de 2019

PERSIANAS BAJAS, DUERMEN



   Nos gustaba leer novelas policiales, nos sentábamos en el mismo banco, con el sol entreverado de los fresnos. Solía venir por las mañanas Isaías Gesell, hablaba mucho y luego callaba.
   —Yo trabajé en la plantación para fijar los médanos, con mi primo Gesell, pinos piñoneros. Compramos los médanos por monedas.
   Bruno, que es inquisidor y desconfiado, preguntó: —¿No es Ud joven, para esa hermosa odisea?
   Pensó, pensó, pensó mucho, dijo: —Ando mal de la memoria, tal vez fueran Isaías Gesell, mi Abuelo y mi Bisabuelo, Germán Gesell, déjeme el beneficio de la duda, tengo la certeza que soy Isaías Gesell. Acá se acerca mi Mujer, pero no le pregunten porque le incomodan mis confusiones.
   La Mujer era negra, de ojos celestes y pelo mota. Nos miró de arriba abajo como hacen en los pueblos. —Uds deben ser los que charlan con Germán. Él los quiere y los admira.
   El sonido del idioma era raro, mezcla de brasilero con paraguayo.
   —Sra, pero él, ¿no se llama Isaías?
   La Mujer frunció el ceño, pero acampanó una sonrisa. —Le gusta que lo llamen Isaías, pero es Germán, de paso me presento yo, soy Marta.
   Bruno me acompaña al Super, si no doy mil vueltas, las góndolas me confunden. Él sabe con exactitud dónde está cada producto. Habían pasado unos años de aquel encuentro y sentí que alguien a mis espaldas preguntó: —¿ Vos sos Coca, la esposa de Bruno? Yo soy Marta, la Mujer de Germán Gesell, los queríamos felicitar por el arbolado de la plaza. ¿Les ayudaron los vecinos?
   Yo tenía bronca por tanta soledad. —No, los vecinos espiaban tras los visillos, cómo nos rompíamos nuestras espaldas, son una mierda.
   Cuando dije mierda, puso cara de vergüenza. 
   —Coca, no digas malas palabras, está mal visto.
   Era negra pero su ambición de blanca, quería usarla en las costumbres pelotudas de estos hipócritas. Hablaba perfecto el tandilino, su adaptación repugnaba, parecía blanca.
   —¿Sabés que Germán tuvo un ACV? Quedó cuadripléjico, le funciona lo peor, habla, escucha, ve. Por fin se me dio, conseguí un Ayudante Terapéutico que se ocupa de él y de mí. No tengo edad para quedar afuera de nada. Lo adoro, leyó todas las policiales que Uds tanto querían.
   Bruno cuando nos vio, huyó. —No sabés, el pobre Isaías quedó cuadripléjico, menos la cabeza, que olvidó todo, habla, escucha, mira.
   Después de limpiar la casa “por donde ve la suegra”, fuimos a la plaza y los vimos. Isaías en una silla de ruedas. El Acompañante Terapéutico la conducía y Marta colgaba del brazo del conductor. De pronto Isaías gritó: —¡Que se besen! ¡Que se besen!
   Marta se prendió de la boca del Terapista, en un beso que los llevó hasta la casa. Bruno y yo corrimos, Isaías Gesell, estaba frente a la ventana del living, cantaba y tosía.
   A Marta y al Terapista no se los veía. La persiana del dormitorio estaba baja.  

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