Nos gustaba leer
novelas policiales, nos sentábamos en el mismo banco, con el sol entreverado de
los fresnos. Solía venir por las mañanas Isaías Gesell, hablaba mucho y luego
callaba.
—Yo trabajé en
la plantación para fijar los médanos, con mi primo Gesell, pinos piñoneros.
Compramos los médanos por monedas.
Bruno, que es
inquisidor y desconfiado, preguntó: —¿No es Ud joven, para esa hermosa odisea?
Pensó, pensó,
pensó mucho, dijo: —Ando mal de la memoria, tal vez fueran Isaías Gesell, mi
Abuelo y mi Bisabuelo, Germán Gesell, déjeme el beneficio de la duda, tengo la
certeza que soy Isaías Gesell. Acá se acerca mi Mujer, pero no le pregunten
porque le incomodan mis confusiones.
La Mujer era
negra, de ojos celestes y pelo mota. Nos miró de arriba abajo como hacen en los
pueblos. —Uds deben ser los que charlan con Germán. Él los quiere y los admira.
El sonido del
idioma era raro, mezcla de brasilero con paraguayo.
—Sra, pero él,
¿no se llama Isaías?
La Mujer frunció
el ceño, pero acampanó una sonrisa. —Le gusta que lo llamen Isaías, pero es
Germán, de paso me presento yo, soy Marta.
Bruno me
acompaña al Super, si no doy mil vueltas, las góndolas me confunden. Él sabe con
exactitud dónde está cada producto. Habían pasado unos años de aquel encuentro
y sentí que alguien a mis espaldas preguntó: —¿ Vos sos Coca, la esposa de Bruno?
Yo soy Marta, la Mujer de Germán Gesell, los queríamos felicitar por el
arbolado de la plaza. ¿Les ayudaron los vecinos?
Yo tenía bronca
por tanta soledad. —No, los vecinos espiaban tras los visillos, cómo nos
rompíamos nuestras espaldas, son una mierda.
Cuando dije
mierda, puso cara de vergüenza.
—Coca, no digas malas palabras, está mal visto.
Era negra pero
su ambición de blanca, quería usarla en las costumbres pelotudas de estos
hipócritas. Hablaba perfecto el tandilino, su adaptación repugnaba, parecía
blanca.
—¿Sabés que
Germán tuvo un ACV? Quedó cuadripléjico, le funciona lo peor, habla, escucha,
ve. Por fin se me dio, conseguí un Ayudante Terapéutico que se ocupa de él y de
mí. No tengo edad para quedar afuera de nada. Lo adoro, leyó todas las
policiales que Uds tanto querían.
Bruno cuando nos
vio, huyó. —No sabés, el pobre Isaías quedó cuadripléjico, menos la cabeza, que
olvidó todo, habla, escucha, mira.
Después de
limpiar la casa “por donde ve la suegra”, fuimos a la plaza y los vimos. Isaías
en una silla de ruedas. El Acompañante Terapéutico la conducía y Marta colgaba
del brazo del conductor. De pronto Isaías gritó: —¡Que se besen! ¡Que se besen!
Marta se prendió
de la boca del Terapista, en un beso que los llevó hasta la casa. Bruno y yo
corrimos, Isaías Gesell, estaba frente a la ventana del living, cantaba y
tosía.
A Marta y al
Terapista no se los veía. La persiana del dormitorio estaba baja.

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