miércoles, 16 de agosto de 2023

BAJO LA MESA

 

   Nadie lo invitó, se invitó solo. Tardaron en abrirle, ellos espiaron por la mirilla mientras él la tapaba con un dedo para asegurarse que no lo vieran. La familia Pedinoti había preparado comidas sutiles y tragos largos. Los amigos insinuaban sonrisas, era gente distinguida, nunca mostraban los dientes.

   Se hizo presente Rolo Canuto, los Pedinoti lo hicieron pasar. Él eligió el mejor lugar de la mesa, la cabecera. Tenía el pelo engrasado, tomaba los cubiertos con los codos en el aire, haciendo bailar tenedor y cuchillo, miraba alrededor y no encontraba la comida.

   —Señora Pedinoti, ¿me puede llenar el plato? Y un trago largo, tiene buena pinta.

   Comía con la boca abierta:

   —Tengo hambre, me parece que voy a comer todo y beber también, por lo menos seis tragos largos.

   Todos hicieron caso omiso de Rolo Canuto, hablaban entre ellos de temas aburridos. El Señor Pedinoti ahogaba sus bostezos bebiendo agua. Rolo tomó lo que pudo y hasta le robaba tragos a los invitados.

   Dulce Liberal De Martínez Dios monopolizaba las conversaciones.

   —No sé si ustedes saben que estoy relacionada con casi toda la nobleza europea. Es una delicia pasear por los jardines de Buckingham, con la Reina Isabel del brazo. ¡Ah! Si ustedes supieran la cantidad de invitaciones que me brindan y en algunas ocasiones las debo rechazar, para las actividades sociales, aquí les resulto imprescindible.

   El Señor Pedinoti se quitó los zapatos y por debajo de la mesa, le acariciaba las piernas a Dulce Liberal, de la rodilla hacia arriba. Ella suspiraba y decía:

   —Más, más, más!

   La señora Pedinoti preguntó:

   —¿Por qué dice tantos mases?

   Dulce Liberal mirando al cielo, respondió:

   —Porque quisiera viajar más, disfruto tanto, amiga, como usted no imagina.

   Hacia el final dijo:

   —Acabé!

   Todos se sintieron aliviados, por fin había terminado de hablar. Rolo Canuto se levantó de la silla, haciendo ochos se fue sin decir nada.

   El Señor Martínez Dios, conocía muy bien a su mujer. Cuando le propuso viajar sola a Isla Mauricio:

   —Por supuesto, tus deseos son órdenes.

   Cuando pasaron a la sala grande para tomar café, se dieron episodios diferentes. El Señor Pedinoti, acarició los cabellos de su mujer, sin que nadie se diera cuenta.

   Dulce Liberal esperaba el plato de los quesos y recordó el olor a queso que tenía el Señor Pedinoti en los pies.

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