Se conocieron a los catorce años. Alberto
vivía en La Plata y estudiaba derecho. Su novia María, vivía en Mercedes mientras
su prometido vivió un tiempo. Se conocieron en una exposición de pintura. Era
la chica más linda del pueblo, Alberto tenía cara de turco y sus ojos eran dos
brazas. Cuando se fue a estudiar iba a visitar a María. Habló con su futura
suegra, Clarita.
─Le pido por favor, Clarita, no quiero que
su hija salga de esta casa, excepto para ir al colegio y que usted se encargue
de llevarla y traerla. Es casi una niña y ya es codiciada por todos mis amigos
y conocidos.
─No se preocupe, Alberto, cuidaremos de ella
y olvide sus celos innecesarios.
La boda se produjo el primer día de Junio.
Alberto no se había recibido todavía. Ella era una geisha, tenía una voz queda
y pelo color trigo con rizos naturales. Usó el traje de casamiento de su madre,
sus hermanas le realizaron algunos arreglos, su cintura de avispa las hizo ver
en figurillas para hacer tal trabajo. La cola tenía tres metros de largo y el
tocado era de su abuela.
Alberto usó un frac negro y el bulto era tan
notorio que lo pegó a sus piernas con cinta adhesiva. Su mujer era profesora de
anatomía, en un bachillerato nocturno. Alberto estudiaba todo el día y muchas
veces no le dirigía la palabra. Algunas noches hacían el amor, pero él se
quedaba dormido antes de empezar.
Había un pintor debajo de su vivienda que
dejaba de pintar en cuanto ella salía y le hablaba elogiando su belleza. La
convenció de hacerle un retrato.
─Aquí hay calefacción y no pasará frío,
quiero pintarte desnuda y que tu pelo suelte ese rodete y tape tus partes
pudendas.
─Pero seguro será que me de vergüenza ─dijo
María.
─Eso
no debe preocuparte sé cómo hacer que una modelo se relaje y que mis pinceladas
te acaricien. No hay que tener miedo el miedo paraliza. Las sesiones serán de
cuatro horas con alguna interrupción para comer o tomar lo que quieras.
─Mis días son todos libres, las noches no,
si querés vengo mañana.
─Si podés venir a las ocho sería perfecto.
Al día siguiente apareció María, el pintor
la recibió con un café y le dio indicaciones posturales, en la quietud que
debía tener. Se quitó la ropa tras un vestidor y apareció desnuda cubierta con
su pelo espeso.
La terminación del retrato llevó quince
días, durante ese tiempo el pintor no sólo usó sus pinceles sino también sus
manos hasta que María no dio más y se doblegó ante los pedidos de esas manos.
Cerraron el local e hicieron lo que tenían ganas de hacer. Luego fue todos los
días menos los fines de semana.
─¿Vos sabés María que al pintor de abajo lo
encontraron muerto? Yo lo vi, estaba sentado con una paleta que le colgaba del
hombro y tenía sangre, mucha, no era pintura, seguro.
María se desperezó y le dijo soñolienta y
bostezando:
─Habrá sido tu imaginación, querido.

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