El señor Watson,
ocupaba un cargo de alta jerarquía en la sucursal principal de Western Union.
Salió de su casa temprano, trabajaba tiempo completo, como sus subalternos.
Llegó en un Cooper negro, lustrado al espejo perdido. Supervisó documentos para
su reunión agendada, a mitad de mañana.
Era concentrado
y autoexigente, el Sr Watson. Circulaba pensando cómo desarrollaría él su tema,
sin el recurso de mirar los documentos, la mirada firme, la columna erguida y
las manos sobre la mesa. Ese gesto daba sensación de confiable. Doblando en una
esquina, se distrajo y el Cooper le dio un golpe seco y fuerte a una moto, que
conducía una chica de mensajería, de unos dieciocho años.
El Sr Watson no
se detuvo, por el contrario, aceleró para llegar puntual a la reunión. Dejó el
auto en el último piso del building. Tomó el ascensor, se miró en el espejo,
estaba blanco transparente y le temblaban las manos y las piernas, se le
deslizaron papeles al piso. Trabó el ascensor, buscó la píldora para estados
paranoicosos, la tomó sin agua, se atildó, hizo tres respiraciones profundas y
bajó del ascensor. Alguien que esperaba dijo:
—Este ascensor
se traba a cada rato, ¿Nadie lo arregla?
El Sr Watson se
mordió el labio inferior para darle la razón al comentario sobre el ascensor.
Dentro del recinto dio el saludo de rigor, todos lo miraban estilo “Tiene la
palabra”. El Sr Watson hizo una exposición tan impecable y promisoria, que más
que una intervención, fue una conferencia. Hubo sonrisas beneplácitas y
palmadas de felicitación. Se despidió con rapidez, adujo tener otra reunión en
breve. Esta vez usó la escalera, no fue a buscar el auto. Tomó un Uber hasta su
casa. Era invierno y estaba empapado, de pies a cabeza. Tomó un baño de
inmersión para estabilizarse.
Salió en
televisión, diarios, revistas, todos los medios de comunicación informaron como
noticia principal del día, que una joven falleció luego de ser embestida por un
auto veloz, nadie alcanzó a ver, hubo un testigo que dijo que era de alta gama,
pero no dio tiempo a ver ni de qué color se trataba. El cuerpo de la joven,
Sara Genoveva Virtual, sufrió una hemorragia terminal. El Sr Watson salió
temblando de la bañadera. Se puso su bata inglesa, tomó asiento en el living.
A las dos horas
tocaron el timbre, eran tres Policías Federales, lo saludaron con cara de
verdugos.
—Sres policías,
no fue mi culpa, la moto se me tiró encima, no atiné a nada, es más me pareció
tan sólo un roce, por eso seguí, tenía una reunión más que importante.
—Nosotros
veníamos para anoticiarle que pasó dos semáforos en rojo y olvidó su auto en el
building de Balcarce. Bueno, como Ud lo ha dicho, fue el autor del femicidio,
deberá acompañarnos. Oficial, puede ponerle las esposas.

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