Nadie me
preguntó, ni mi Sra Madre Castellet: “¿Queréis nacer? ¿O deseáis no saber?”.
No, ella de prepo dijo al Duque:
—Quiero un hijo,
si tan amable fuereis y vertieres una semilla donde tú conocéis mejor que yo.
Germiné más
pronto de lo esperado, me costó salir, las mujeres de alcurnia, suelen tener
úteros estrechos y pujar les parece pecado. La fuerza la ejercieron: la
Matrona, el Ama de Llaves y Robin Hood, que por aquél tiempo desconocía el
comunismo y se dedicaba a subir el puente del acantilado, estrecho como las
dilataciones de Madre.
Cuando supe lo
que era, comprendí aquello de que uno nace sabiendo todo y luego olvida. No fue
éste mi caso, tengo una memoria por demás memoriosa. Felipa, la Doncella de
Madre, me alimentó de sus pechos, los cuales eran tan pródigos, que debían
arrancarme para dormir. Madre preguntó:
—Felipa,
¿cuántos años teníais cuando paristeis la niña que duerme en la cocina?
Tuvo miedo que
la echaran, al saberse la verdad, desconocía la mentira:
—Sra Castellet,
tenía doce años y en no habiendo hombres en el castillo de la Sra, el Duque
visitaba mi humilde lugar, para cubrirme si frio hacía y me daba el besito de
las buenas noches. Los pechos me crecían. Yo los vendaba, para que el Duque
siguiera el trato de niña, que tanto bien le hacía a mi orfandad. Una noche
entró a su ceremonia diaria, cuando iba a cubrirme, habló: “¿Pero qué tenéis
aquí, mi querida? Esto es un regalo, mejor dicho dos regalos, que podéis
compartir conmigo, ¿me permites entrar en tu cama?, tomar calor de ti. Este
castillo es helado en invierno. Nos calentaremos juntos. Si sintiereis algo
raro, es una semilla que te pondré para devolver tus favores…”
Madre no quiso
saber más:
—A este Duque
que vive de mi fortuna, no le saldrá gratis lo que hizo.
Parece que le
gritó a mi Padre, desde el extremo del castillo:
—¡Sois un viejo
pedófilo de mal aliento!
Padre se detuvo
en mitad de una infinita escalera:
—Felipa, aceptó
gustosa mis favores y durante la germinación se fajaba, hasta el plexo solar,
para que nadie notara que estaba en estado interesante. La niña nació como
salida de un túnel, nadie tuvo que sentársele encima, gracias a su generosidad,
privó a su hijita de leche, para entregarla a nuestro niño.
La Sra Castellet
no se dejó intimidar ante las confesiones del Duque, así habló:
—Antes de iros,
os diré que la semilla de nuestro hijo, no fue tuya, Robin Hood lo hizo con la
bestialidad del bastardo, fue un placer, por mí desconocido, le acertó la
semilla. El niño saldrá fuerte y de Izquierda tarifada. Ahora Duquestrán, vete
al acantilado y tírate de aquél lado, hay cocodrilos hambrientos que gustan
comer porquerías.

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