miércoles, 30 de agosto de 2023

EL MEDICAMENTO PERFECTO

 

   ─¿Cómo salieron los resultados?

   ─Estoy en buen estado, me dio un medicamento que se vende en las ferreterías y ese, no me lo descuenta la mutual.

   ─¿Un medicamento de ferretería? Yo nunca escuché, a lo mejor lo quiere para su auto y aprovechó la situación.

   ─Me aconsejó descansar y dio paso a su camilla forrada con una tela blanca y esas frazaditas de atado de cigarrillos.

   ─Acá yo hago mi descanso y si usted está dispuesta, con gusto aceptaría que nos encamillemos.

   ─Le agradezco su ofrecimiento pero ahora estoy indispuesta, bajo estas condiciones me da asco. Cuando se me retire vuelvo.

   ─¿Y volviste?

   ─Pedí un turno con el hijo del doctorcito, es un tipo sin pretensiones, con guardapolvo almidonado y tres lapiceras en el bolsillo superior que perdían en rojo y azul. A él no le importaba.

   ─Recuéstese en esta camilla, coloque su pie izquierdo de este lado y el derecho en el otro. No cierre las rodillas, quiero sus piernas bien abiertas. Mientras le miro aquí abajo, le voy a palpar sus mamas, así no perdemos tiempo y hacemos dos en uno.

   ─Cuando menos lo pensé, el hijo del doctorcito ya estaba encima de mí y me galopaba como a una yegua. Yo le hice una llave y me solté, después de haber acabado, claro.

   Dijo:

   ─¿Querés casarte conmigo? (Se dio cuenta que era virgen, obvio.)

   Le dije que sí, sabiendo que iba a ser una cornuda permanente. Tenía fichados mis candidatos todos médicos, para curtir el arte de combinar los horarios.

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