viernes, 4 de agosto de 2023

PATER NOSTER

 

   Las abandonaron en la puerta de un Convento. La Madre Superiora decidió llamarlas Martirio y Jesusa. Ella consiguió Nanas para alimentarlas con leche materna. Más tarde las mandaba al Asilo de enfrente, para que hicieran el Colegio Primario.

   Pero esta buenaventura tenía un reverso. Martirio y Jesusa, eran llamadas a las cinco de la mañana con una taza de mate cocido y una galleta dura. La Madre Superiora, que era una santa, había fallecido. Las chicas limpiaban el piso de todo el Convento, de rodillas y sin dejar mácula.

   Todas las sábanas eran lavadas por Jesusa y Martirio, después de las coladas las tendían al sol, en filas interminables. 8.30 cruzaban al Asilo. Eran inteligentes y tenían diez en todas las materias. Muchas veces no se las consideraba por ser huérfanas. Estaban obligadas a asistir a misa. Trataban de retirarse antes, porque curas y monaguillos las tocaban.

   —Están creciendo las guachas ─decía el cura más viejo.

   —Algún día, cuando las monjas duerman profundo, tenemos que aprovechar ─calculaba un cura nuevo─ son lindas, limpias y tiernas. Si les nombramos el castigo de Dios, ante sus seguras negativas, aceptarán cualquier cosa.

   Las monjas del Convento y las del Asilo, hacían de cuenta que las niñas no existían. Sus notas nadie las miraba, ni las elogiaban. Jesusa y Martirio, sabían de los curas abusivos y presentían lo peor.

   Jesusa decía:

   —Nadie nos va a salvar.

   Martirio callaba y trataba de pensar cuál sería la mejor salida. Jesusa era devota de San Jorge y el Dragón, miraba la escultura y la espada que brillaba cuando daba el sol.

   Antes del amanecer se escucharon pasos entre pastos y mosaicos, entraron dos encapuchados. Las dos tiritaban de miedo.

   —Apretá los dientes, Jesusa y cerrá los ojos, esto lo arreglo yo, ya verás.

   Cuando los pecadores se abalanzaron sobre ambas, Martirio tenía la espada de San Jorge y los atravesó a los dos de lado a lado.

   La monja que las despertaba para la limpieza, preguntó qué había sucedido y Martirio contestó:

   —No se asuste, Hermana, fue la mano de Dios, las dos lo escuchamos decir: “Ésta es la sangre de Cristo…”

No hay comentarios:

Publicar un comentario