Cuando
nació su piel era tan suave como un pétalo de lisianto. Era la flor predilecta
de su madre, por eso decidió bautizarlo con el nombre de Lisianto, a su primer
y único hijo. El obstetra sudaba la frente, el bebé estaba entre cuatro vueltas
del cordón umbilical y no había caso que aflojara, recordó la partera de campo,
Raquel, ella untaba el cordón con manteca Sancor y se deslizaba con tanta
facilidad que los sacaba con dos dedos.
El obstetra
lo logró, cuando ya se estaba por poner contento, notó que el bebé tenía los
labios violáceos y el resto del cuerpo rosado en demasía. Así y todo lo recostó
sobre el pecho de su madre. Ella que había gritado tanto durante el parto, después
lloraba despacio y con hipo. Le sacaron una porción de placenta por si algún
día la necesitara. Su marido se desmayó y no había dios que lo volviera en sí.
La trasladaron dos acompañantes terapéuticos hasta su casa. Cuando reaccionó su
marido, tomó un taxi para conocer el bebé.
Lisianto
se recuperó, tenía colores normales. La madre no permitió que le sacaran la
queresa natural.
─Se le
irá retirando de a poco, es el primer sobretodito que lo ayudará a la
intemperie de su nueva vida fuera de mi panza.
El bebé
no lloraba nunca, más tarde se dieron cuenta que Lisianto era mudo. Los
horrorizó que también fuera sordo. Para tomar la teta, la madre, debía untar sus
pezones con manteca Sancor. El precio de la manteca aumentó en todas las
góndolas. A Lisianto lo premiaron con no pagar manteca, para siempre.
Lo suyo
no fue definitivo, empezó a murmurar cuando tenía hambre, luego lo hablaba, más
tarde lo gritaba. Adiós Silantro el mudito. Sucedió otro milagro, cuando sus
padres ponían música al mango, él
chillaba con desesperación y se tiraba mariposa contra el equipo. Y así
dijo:
─No
quero mósica, me delen los oídos.
Los
padres para creerlo llamaron un pediatra.
─Es
cierto, es un bebé perfectamente normal. Les va a dar trabajo, no es sordo y
habla hasta por los codos.
Silantro
estaba durmiendo, se incorporó en la cama para escuchar qué estaban diciendo.
Y
cuando fue grande sacó de la heladera manteca Sancor y llamó a su novia.

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