lunes, 14 de agosto de 2023

ÚLTIMO TANGO EN PARÍS

 

Cuando nació su piel era tan suave como un pétalo de lisianto. Era la flor predilecta de su madre, por eso decidió bautizarlo con el nombre de Lisianto, a su primer y único hijo. El obstetra sudaba la frente, el bebé estaba entre cuatro vueltas del cordón umbilical y no había caso que aflojara, recordó la partera de campo, Raquel, ella untaba el cordón con manteca Sancor y se deslizaba con tanta facilidad que los sacaba con dos dedos.

El obstetra lo logró, cuando ya se estaba por poner contento, notó que el bebé tenía los labios violáceos y el resto del cuerpo rosado en demasía. Así y todo lo recostó sobre el pecho de su madre. Ella que había gritado tanto durante el parto, después lloraba despacio y con hipo. Le sacaron una porción de placenta por si algún día la necesitara. Su marido se desmayó y no había dios que lo volviera en sí. La trasladaron dos acompañantes terapéuticos hasta su casa. Cuando reaccionó su marido, tomó un taxi para conocer el bebé.

Lisianto se recuperó, tenía colores normales. La madre no permitió que le sacaran la queresa natural.

─Se le irá retirando de a poco, es el primer sobretodito que lo ayudará a la intemperie de su nueva vida fuera de mi panza.  

El bebé no lloraba nunca, más tarde se dieron cuenta que Lisianto era mudo. Los horrorizó que también fuera sordo. Para tomar la teta, la madre, debía untar sus pezones con manteca Sancor. El precio de la manteca aumentó en todas las góndolas. A Lisianto lo premiaron con no pagar manteca, para siempre.

Lo suyo no fue definitivo, empezó a murmurar cuando tenía hambre, luego lo hablaba, más tarde lo gritaba. Adiós Silantro el mudito. Sucedió otro milagro, cuando sus padres ponían música al mango, él  chillaba con desesperación y se tiraba mariposa contra el equipo. Y así dijo:

─No quero mósica, me delen los oídos.

Los padres para creerlo llamaron un pediatra.

─Es cierto, es un bebé perfectamente normal. Les va a dar trabajo, no es sordo y habla hasta por los codos.

Silantro estaba durmiendo, se incorporó en la cama para escuchar qué estaban diciendo.

Y cuando fue grande sacó de la heladera manteca Sancor y llamó a su novia.

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