Vivía en medio de dos aparatos que no
alcanzaba a comprender. A la izquierda, una mujer que andaba muy bien
empilchada, elegante y tenía sensualidad para caminar, usaba pestañas postizas
que le llegaban a las cejas, zapatos de tacos altos con plataforma de diez
centímetros.
Un hombre en la
casa de la derecha, con aspecto de Lord inglés, algunos decían que era actor,
por sus pañuelos largos de seda, otros que era un ladrón encubierto. Me da
mucha vergüenza, pero los escuchaba a través de la pared, con una copa de cristal,
ella tomaba un whisky por las mañanas y hablaba por celular, las cosas más
importantes me las perdía, porque cambiaba de habitación o cerraba puertas.
El Lord
estudiaba, no sé en qué momento, pero en el kiosco decían que estudiaba. Una
vez le pregunté a Celina por mi vecina, revoleó los ojos, frunció la nariz,
abrió la boca y al final no me dijo nada. Deduje que Celina era una chusma
gestual. Para mí que vivo sola, estaba esperando que pasara algo y llenara mi
imaginario. Compré ropa interior aputosada, un vestido rojo con un cierre
práctico, medias negras y zapatos chatos, mido un metro setenta.
Escuché la
puerta, los golpes y el timbre, muy insistente. Espié por la mirilla y era el
Lord, con sombrero. —Espere que me cambie y enseguida lo atenderé, usando el
mantra vísteme despacio que llevo prisa.
Abrí las tres
cerraduras y con un: —Good Night, Miss Ralé.
Me apuntó con un
revólver. —Quiero que llene esta maleta, con todo el dinero que tenga, incluso
los dólares escondidos también, ese juego de plata y la caja de joyas.
Después, el Lord,
por su cuenta, llevó el resto que le pareció interesante, los tapices de la
entrada y lo que más me dolió, un jarrón de la Dinastía Min-Go, S.IV, con
escenas de luchas y amores de colores dorados cobrizos y un sostén de palo de
rosa, con seis pies. Dedicó tiempo en buscar una caja y rellenarlo con cuatro rollos
de papel higiénico, lo envolvió en un matelassé de terciopelo. Consideró su
trámite consumado.
—¿Cómo, Lord, no
me va a violar? Aquí es costumbre que el que roba, después viola.
Me deposité en
una chaise longue de seda malva. Primero fui la Maja Vestida, quedó desbundado.
—En
nombre de Goya, le pido que me transforme en la Maja Desnuda.
Me quitó la ropa
como un Lord, le desgarré hasta los zoquetes y los zapatos ardieron en el
fuego. O yo tenía un arco ideal o él amaba hacer goles, luego de noventa
minutos y ocho goleadas sin salir del arco, me dio un beso tan hondo, que casi
vomito.
—Cuando me voy
te dejo este arma de juguete, que sirve de consolador, lo pongo en el arco, vos
dispondrás.
Cuando el Lord
se retiró, me puse el batón y las ojotas. Al día siguiente fui a visitar a la
Señoritinga de la izquierda, le conté lo sucedido con el Lord. Ella me dio un
pellizco en la mejilla.
—Tranquila, hago
un té de la India.
Me dijo que era
una zona muy robada: —Pero nunca violaron a nadie. Estoy segura que el Lord, es
incapaz de robar. Te habrá parecido. No olvides que hay mucha inmigración
inglesa desde el Brexit, no te preocupes.
Casi cuando
salía, vi en un rincón de su living cache, mi jarrón de la Dinastía Min-Go, S.
IV. Había pasado tan bien la noche, que no quise discutir, me caí encima del jarrón
Min-Go, se hizo trizas, una pena.

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