miércoles, 25 de septiembre de 2019

EL JARRÓN



   Vivía en medio de dos aparatos que no alcanzaba a comprender. A la izquierda, una mujer que andaba muy bien empilchada, elegante y tenía sensualidad para caminar, usaba pestañas postizas que le llegaban a las cejas, zapatos de tacos altos con plataforma de diez centímetros.
   Un hombre en la casa de la derecha, con aspecto de Lord inglés, algunos decían que era actor, por sus pañuelos largos de seda, otros que era un ladrón encubierto. Me da mucha vergüenza, pero los escuchaba a través de la pared, con una copa de cristal, ella tomaba un whisky por las mañanas y hablaba por celular, las cosas más importantes me las perdía, porque cambiaba de habitación o cerraba puertas.
    El Lord estudiaba, no sé en qué momento, pero en el kiosco decían que estudiaba. Una vez le pregunté a Celina por mi vecina, revoleó los ojos, frunció la nariz, abrió la boca y al final no me dijo nada. Deduje que Celina era una chusma gestual. Para mí que vivo sola, estaba esperando que pasara algo y llenara mi imaginario. Compré ropa interior aputosada, un vestido rojo con un cierre práctico, medias negras y zapatos chatos, mido un metro setenta.
   Escuché la puerta, los golpes y el timbre, muy insistente. Espié por la mirilla y era el Lord, con sombrero. —Espere que me cambie y enseguida lo atenderé, usando el mantra vísteme despacio que llevo prisa.
   Abrí las tres cerraduras y con un: —Good Night, Miss Ralé.
   Me apuntó con un revólver. —Quiero que llene esta maleta, con todo el dinero que tenga, incluso los dólares escondidos también, ese juego de plata y la caja de joyas.
   Después, el Lord, por su cuenta, llevó el resto que le pareció interesante, los tapices de la entrada y lo que más me dolió, un jarrón de la Dinastía Min-Go, S.IV, con escenas de luchas y amores de colores dorados cobrizos y un sostén de palo de rosa, con seis pies. Dedicó tiempo en buscar una caja y rellenarlo con cuatro rollos de papel higiénico, lo envolvió en un matelassé de terciopelo. Consideró su trámite consumado.
   —¿Cómo, Lord, no me va a violar? Aquí es costumbre que el que roba, después viola.
   Me deposité en una chaise longue de seda malva. Primero fui la Maja Vestida, quedó desbundado. 
   —En nombre de Goya, le pido que me transforme en la Maja Desnuda.
   Me quitó la ropa como un Lord, le desgarré hasta los zoquetes y los zapatos ardieron en el fuego. O yo tenía un arco ideal o él amaba hacer goles, luego de noventa minutos y ocho goleadas sin salir del arco, me dio un beso tan hondo, que casi vomito.
   —Cuando me voy te dejo este arma de juguete, que sirve de consolador, lo pongo en el arco, vos dispondrás.
   Cuando el Lord se retiró, me puse el batón y las ojotas. Al día siguiente fui a visitar a la Señoritinga de la izquierda, le conté lo sucedido con el Lord. Ella me dio un pellizco en la mejilla.
   —Tranquila, hago un té de la India.
   Me dijo que era una zona muy robada: —Pero nunca violaron a nadie. Estoy segura que el Lord, es incapaz de robar. Te habrá parecido. No olvides que hay mucha inmigración inglesa desde el Brexit, no te preocupes.
   Casi cuando salía, vi en un rincón de su living cache, mi jarrón de la Dinastía Min-Go, S. IV. Había pasado tan bien la noche, que no quise discutir, me caí encima del jarrón Min-Go, se hizo trizas, una pena.     

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