Fuimos amigas de
la infancia, se llamaba Flor y se fue al cielo tan joven, que por eso viene
seguido a visitar mi jardín, parece que en el cielo no se habla, pero a mí no
me importa. Le cuento que tengo cuatro nietos. Yo gustaba de su hermano y ella le
contó inmundicias de mí, que ni pienso escribir aquí. Flor disfrutaba cuando
andábamos en bicicleta, tirarla encima de mí: —No tenés equilibrio, Selena,
tenés que practicar.
—Chicos, hoy es
el día, cuenten las campanadas, Flor es una sábana blanca que se traslada a
curiosear, acá les doy telas transparentes, para que puedan mirar a la finada.
Los chicos la
vieron aparecer antes de la última campanada, saltaron por el alféizar y se
presentaron: —Mucho gusto, Flor del cielo, nosotros somos los cuatro nietos de
Selena. Perdone que hable todo yo, pero me contaron que ustedes no pueden
hablar, le vamos a mostrar la casa, empecemos por lo más ordinario, que es el
gallinero y está al final. Después el jardín de las hortensias azules, elévese
en este sector, porque hay sapos grandes que le pueden hacer pis en los pies,
aunque usted no tenga. Después de las columnas de mármol, empieza el jardín de
los jazmines del cabo, debemos tener cuidado con los escuerzos que hacen pises
más altos. Aquí están las magnolias, es normal tener mareos, porque entre jazmines
y magnolias, parece la perfumina inmunda que tira Mamá en las alfombras.
—¿Podemos
agarrar de tu camisón y nos llevás a dar una vuelta?
No esperamos su
respuesta, nos subimos a sus telas y nos llevó a pasear por el mundo. Después
nos abandonó en el suelo, con toda suavidad.
Escuchamos a la Abuela
Selena: —Flor, al cielo fuiste, porque tu viejo sobornó a todos los del portón.
Para tu alegría, quería decirte que me muero en cualquier momento, el corazón
me late raro, pero antes que suceda, quiero que sepas, que me voy al cielo sin
sobornar a nadie.
Pobres mis
niños, me quitaron el disfraz de Flor y se encontraron conmigo, se les pusieron
los pelos de punta, lloraron tanto que dejaron las sábanas mojadas y con mocos
amarillos, un asco.
Los Padres
venían a buscarlos y se encontraron con esa escena. Mi hijo y ni hablar de mi
nuera, lloraban por lo que iban a gastar entre el velorio, el sepelio y la
misa.

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