viernes, 20 de septiembre de 2019

MANO PROPIA



   Lo encontraban en el Puente De Las Piedras Grandes, había dos caminos, el más largo el del colectivo y tomando la catarata, estaban en la mitad del tiempo. Se fue metiendo de a poco, porque tiraba bastante, pero seducía la transparencia y las piedras, algunas le golpeaban las piernas, pero había grandes que le sirvieron para descansar.
   Cometió la imprudencia de tirarse de cabeza en un ojo de agua, pero el ojo guardaba un remolino que lo sumergió. Entonces detuvo su omnipotencia y una rama salvadora, le sirvió de agarradera. Fue trepando hasta el borde, saltando piedras aplanadas. Se llenó de barro hasta su comida, no le importó, sintió que pudo salvar su vida. Finalmente llegó al puente que atravesaba aquel infierno de agua. Estaban los dos amigos con escopetas de cacería, le llamó la atención, porque había un acuerdo tácito entre ellos, de la paz y el amor que hablaba John Lennon, nunca jamás iban armados. Tardó un montón en subir, se sintió como abandonado, ninguno de sus amigos le dio una mano para llegar. Peter y Frank tomaron distancia, él estaba embarrado, apedreado, tajeado y con un ojo cerrado, le salía sangre por los espacios que le dejaba el barro.
   —Uy!, cómo te dejó la travesía, si el fondo es arena ¿por qué tenés tanto barro?-Dijo Peter a cara lisa-.
   Frank fue más benevolente, pero le dio bronca ser benevolente: —Te fuiste agarrando de los costados, que ahí sí tenés una barranca de barro, sabés que disfruto cómo te cagó a piedras el río, pero vos te vas a curar. En cambio lo que hiciste con las chicas, a ellas no se los cura nadie.
   Peter dejó la escopeta en el piso. —Sabés que Nela es una niña, que ni siquiera se desarrolló, yo pensaba que la querías, psicópata guardado, la metiste en la guarida que armamos entre todos, la llenaste de moretones, de tajos profundos y después la…la…yo no lo puedo decir.
   —Frank, acordate que fue por partida doble, la bestia después vino por mi hermanita, que tiene ¡ocho años! Y le pegaste, la arañaste, le ataste las manos con el yuyo que corta y arremetiste, te odio, te odio, por eso, hijo de puta, tenemos las escopetas y son de las grandes. Ponete al borde del puente con las piernas afuera, atamos las manos y los pies con este alambre de púa y después, nosotros somos la justicia. Ni te molestes en pedirle a Dios, ni él te reconoce.
   Se produjo un espacio donde le llenaron la boca con sus zoquetes embarrados y a no menos de cinco metros, le dispararon dos veces. El cuerpo cayó en el río, donde luego venía la catarata definitiva.
   Frank y Peter tiraron las escopetas, que nadaron por abajo, porque no las vieron más. Los dos amigos se abrazaron, agarraron las bicicletas y fueron al Hospital.

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