Se me cierran
los ojos, este camino tan recto, ninguna cosa que exista, no hay nadie, ni
algún auto atrás de otro, de adelante, que me quiera pasar, el paisaje a los
costados es yermo, dicen que alguna vez hubo una selva gigante, que se llamaba
Amazonia o Mato Grosso, ahora es casi un desierto. Tengo dos curvas ¡Por fin!
Miro hacia abajo y las piedras, producto de árboles antiguos, caen en pozos sin
final.
¿Será por eso
que tenemos que andar con tubos de oxígeno, inhalando por la nariz plastificada
y exhalando por un canuto en el culo? Si uno se pone a pensar, es incómodo para
manejar, para caminar, para cojer ni digamos, para cagar se hace por el
ombligo.
Hay un tipo haciendo dedo, pobre tipo, debe
hacer horas que está, se le cae la piel en cintas, los labios, partido profundo
y derretido el tubo de oxígeno. Le pegué la piel con poxivegetarius y los
labios partidos con células vivas de androide. Por precaución siempre llevo un
tubo de oxígeno adicional. Él mismo lo colocó, se había quedado sin aire, lo
agradeció en un idioma que desconocía, a pocos kms, abrió la puerta del auto y
se tiró en un agujero negro. Aseguré todas las puertas, no pensé más en el
extraño que decidió.
Tomé el camino
largo y mi soledad me apabulló, antes no la sentía, siempre anduve solo. Por
fin dos curvas seguidas, en la primera había un tipo haciendo dedo. Quise
detenerme, pero los frenos no respondieron. Abrí la puerta y salté a otro agujero
negro, que me liberó del tubo de oxígeno y los implantes mangueriles. Mi vida
entera la recorrió el pensamiento. Y se detuvo y levitó. ¿Qué habrá pasado
después?

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