lunes, 30 de septiembre de 2019

TREMENTINA



   Amo que esté nublado, que salga el sol de vez en cuando, son regalo para las plantas y para los chicos que tienen frío. Yo vivo encerrado en lo que se daba en llamar la pieza del opa. Les daba envidia que me divirtiera hasta con una uña de pie ajeno.
   La decisión fue de mis Padres. Lo mejor era el cuarto del opa, mis dibujos eran notables, la bruja de mi Madrastra los mandó a enmarcar. 
—En cuanto estén te los devuelvo.
   Pero no aparecieron más, ni mi Madrastra ni mis dibujos. Lo único que me daba alegría, era dibujar el mundo. Mi Padre, que era un pobre hombre, compró todo tipo de materiales para hacer lo que mi imaginación me dictara. Llegué a realizar pinturas al óleo, de considerables dimensiones, odiaba el acrílico, me sonaba a plástico.
   Me gustaba el olor a trementina, hacía ensoñar. El pobre hombre de mi Padre, hacía exposiciones donde se vendían todos mis cuadros. Un día se asustó mucho, porque la trementina y sus aromas no me dejaban despertar. Fui llevado a un Instituto especialista en vías respiratorias.
   El pobre hombre de mi Padre fue preso por ignorar mi derecho de Autor y quedarse con el dinero. Varias personas del Instituto habían adquirido mis cuadros. Recibí montones de pagos que me hicieron rico. Mi taller sigue siendo la pieza del opa. Pagué la fianza del pobre hombre de mi Padre. La plata nunca me interesó, pero le encargué a un mal hombre, que a todo se atrevía, que matara a la bruja de mi Madrastra. Así lo hizo, le regalé la mitad del dinero que tenía. Primero por su trabajo y segundo por mi conciencia.  

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