lunes, 9 de septiembre de 2019

TIENE PODERES



   Están saltando en las camas y se tiran con almohadones, se ríen con esas risas, Juan Pedro y Griselda. Dos hijos que nacieron dentro de mi panza y están en mi corazón.
   Me estiro y me desperezo, quiero verlos desayunar, se cuentan secretos antes de ir al Colegio. Me parece que los dos tienen sus amores incipientes, o no es así, son apasionados como adultos, pero jamás se dan besitos. Hacen anillos con papeles dorados de alfajores y se prometen cosas que parecen de juguete. Yo me los imagino, al Colegio no puedo entrar. Pero hay tanto de ellos en casa, me encontré con los anillos de papel, iguales a mi infancia, con compañeros de clase.
   Ya volvieron del Colegio, Juan Pedro y Griselda tiran el té con leche y lo dejan sobre la mesa, para que nadie se dé cuenta de la infracción. Encuentran el tarro de dulce de leche y con una cuchara sopera, salen al jardín y se esconden detrás de los mismos arbustos que crecieron con ellos. Comen el dulce de leche, una cucharada para Juan Pedro y la próxima para Griselda. Hasta que llegan al cartón no paran. Siguen raspando y empalagados le dan el tarro al perro de al lado. Me da pena ese perrito, siempre lo dejan afuera y le pasa la lengua al tarro, como si estuviera lleno.
   Los chicos juegan a la escondida, Juan Pedro siempre le gana a Griselda, a veces la deja ganar y ella, de contenta, intenta darle un beso. Juan Pedro corre ligero, porque Griselda tiene dulce de leche alrededor de la boca.
   Aparece una chica que los cuida por la tarde, les hace hacer los deberes y también les cuenta cuentos. A la chica le gusta que no miren la tele, que olviden los celulares y ella misma, mientras les cuenta, patea abajo del sillón la computadora.
  Juan Pedro y Griselda, representan el cuento, con disfraces de colores y bigotes de carbonilla. Al final terminan los tres, representando el cuento terrible que escucharon. Me gusta cómo los trata, ojalá que no renuncie.
   Sin que nadie me vea le dejo algunos pesitos, adentro de su mochila. Cuando Juan Pedro y Griselda extrañan, me llaman a los gritos. Juan Pedro le dice a su hermana, que aunque griten, yo no voy a estar.
   —¿Cómo decís eso si anoche me dio un beso en la cabeza?
   Él la mira con lástima, inventa. —Tenés razón, a mí, algunas veces, me arropa antes de dormir.
   Griselda, que no la corta con las preguntas y que le encanta mentir:
—Mami está siempre con nosotros, pero tiene poderes, casi siempre se hace invisible, yo cierro bien fuerte los ojos y siento un viento calentito, que pasa a nuestro costado y es ella, te lo juro por dios, que me caiga muerta.
   Y se hace una cruz con los dedos índices, encima de la boca, después se chupa los dedos, algo de dulce de leche le quedaba.

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