Había un papero
al lado, pegado a nuestras parcelas. Venía todas las tardes, cuando Papi no
estaba, tomaban mate en la galería.
—Admiro su campo
de girasoles, Doña Elvira. ¡Cómo me gustaría tener sus parcelas!, Me enteré en
el Almacén de Ramos Generales, que van a vender y se van para Buenos Aires. Es
una pena, dicen que las retenciones se prolongan cuatro años más y después quién
sabe.
Este tano
ordinario, seguro que lo compra cuando estemos con la soga al cuello.
Continuaron las
visitas de Don Javier y yo las condimenté con algo que no pudieron ni imaginar.
Me probé un vestido de Mami de cuando era joven, bastante ceñido. Encontré el
rouge que nunca usaba y unos zapatos de taco alto, del mismo color que el
rouge. Aparecí en la galería y me presenté Don Javier: —Mucho gusto, Señor Don
Javier, mi nombre es Marilú, pero puede decirme Maru. Lo felicito por hacer a
mi Madre, tan feliz con sus visitas, ahora me agrego yo, para que la gente no
piense mal. Mi Padre hace un largo trecho de noche y el viaje lo deja exhausto.
Mamá tenía ganas
de matarme, la hice quedar como una Señora buscona. Según sus propias palabras.
Don Javier
parecía más viejo que los años que tenía. Apenas diez más que yo. Me miraba
subyugado y yo un poco también. Mamá no fue más a la galería.
—Si me permitís tutearte
y llamarte Javier, te invito a tirarnos en los rollos de alfalfa. Me quiero
quemar la espalda hasta arder, este vestido tiene el mismo escote que una
malla, veo que vos ya estás quemado, te presto este sombrero, de alas bien
anchas, como una sombrilla.
Don Javier hizo
un respingo, no estaba acostumbrado a las mujeres independientes.
—Maru, ¿le
pediste permiso a tu Madre?
Tenía todo
planificado, seguro que ella pensaba que por suerte, yo era la última de sus
hijas.
—Javier, ¿me
pasás esta crema por la espalda? De verdad estoy por arder.
Tenía una
suavidad este hombre, bien curtido. Me encantó su sufrimiento por mi espalda.
—Te propongo un
pacto, Maru, ¿y si nos casamos? No es por interés agrícola, es porque pienso
que en breve, tu Padre no podrá con los impuestos. Y yo a la larga tampoco. ¿Y
si unimos los dos campos? A mí me abruma un poco hacerle esta proposición, más
pedirle tu mano y el resto del cuerpo también.
El 16 de
Septiembre nos casamos, mi Padre me dijo adiós, esperó menos que yo para decir
“sí”. El vestido que usé lo llevaron tres generaciones. El arreglo del pelo fue
diferente, apliqué en toda mi cabeza, microgotas de miel. Caminé un rato por
los alrededores del monte y las mariposas amarillas venían a mi cabeza como si
fuera un banquete. Fue mi tocado.
Ahora mis
Padres, Javier y yo, tomamos mate todas las tardes, hablamos de nuestras vidas
pasadas y las presentes, dejamos espacios de silencio para escuchar el
concierto de las hojas y los pájaros y las ranas.
Ahora vivo en la
casa de Javier, es más grande que la de mis Padres, muy suntuosa y de mal gusto,
los paperos son así.
En casa de mis
Padres, las risas con mis hermanas se quedaron a vivir allí. Las voces de mis
Abuelas y todos los que vivieron en la “Estancia Los Girasoles”.
Con Javier se
nota que él no tuvo familia, pero ahora me tiene a mí. Cuando sugerí cambiar el
nombre de su estancia, me dijo un “no” contundente y me lo tuve que bancar. Se
llama: “Estancia El Puré”.

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