Si hasta ahora
no fracasé, es porque no soy fracasada. Ni siquiera estoy casada. Sin querer me
salió un verso. Conocí un tipo que me gustaba y me invitó a salir. Chocó de
frente con un auto, se abrió el airbag y le pegó en el ombligo. Le quedó como
un bandoneón, eso sí que no tuvo solución.
—Para que te
enteres, mi miembro es mucho más grande que su apariencia.
No pudimos hacer
nada, él se acercaba, pero el bandoneón se abría. Lo único que pude fue
ejecutar un tema de mi Viejo, que vivía de eso. Cuando el instrumento se cerró,
él me ensartó.
—¡Ay! ¿qué me
estás haciendo?
—No lo digo por
soberbio, pero es tan grande, que de tanto forzar para entrarlo, en tu cueva se
sintió tan cómodo que no quiere salir.
—Tirá de la
punta y sacalo. Apenas salió.
—Tené paciencia,
cada tanto se le hacen nudos.
—Cada nudo que
sale, me hace doler como un parto, no tengo vaselina, pero sí miel. Vos
permanecé quieto, yo te unto.
—Me vas a dejar
pringoso.
—A mí me encantan
los chupetines de miel y me gusta chuparlos.
—Pero no lo
hagas por la mitad, hacelo entero.
—No puedo, se
terminó la miel. Soy un fracaso.
Por razones
obvias me cansé y cuando cerró la puerta, la mitad se partió. Lo metí como
souvenir en mi cartera.
No sé de qué se
quejaba, si con lo que lo dejé, será mucho más cómodo para él.

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