Caminábamos en
torno de caléndulas y camamilas. La casa, grande como un palacio pintado de
naranja. En honor a un naranjo centenario que seguía dando frutos, era pródigo.
Nosotros queríamos que alguien nos hiciera jugo. Fuimos a parar al medio del
campo, dijeron que allí estaríamos a salvo de la peste. Colocaron un freezer
enorme en la cocina, cargado de comidas y verduras especiales. Vimos naranjas
en el piso que entraron por las ventanas. Elegimos la más redonda sin madurar y
jugamos a la pelota. Juego muy bien y en un puntapié certero, metí un gol y la
naranja reventó en las zapatillas de mi hermano, blancas y recién lavadas.
Una Anciana,
Pura Astilla, nos trajo jugo de naranja exprimido. Mi Madre contó que no tuvo
Padre ni Madre, nació de gajo. Pusimos un equipo de música y rock and roll
memorables. Bailábamos y saltábamos. Mi hermano se quiso hacer el listo, subió
la escalera, pisó un escalón partido al medio, de mármol pura cepa. Cayó a la
planta baja y de allí al sótano. Huyó despavorido, estaba lleno de ataúdes.
—Salgamos o nos
quedamos sobre una bóveda repleta de muertos.
Yo armé mi carpa
afuera. Al lado vino mi hermano y armó la suya pegadita a la mía. Hablaba solo:
—Me da tanto miedo que me voy a dormir con ella.
Llevó la comida
adentro por si hay un muerto con hambre.
El desayuno que
sirvió Pura Astilla, tenía la leche de una vaca flaca de ubre grande y tetas
que llegaban a la mesa. Pura Astilla retorcía cada teta y llenaba nuestras
tazas con una cucharadita de cacao. Le tomamos cariño a la Anciana Pura Astilla
y a la vaca también.
Jugábamos afuera
de la tranquera, pasó un camión de la Policía Rural: —Chicos, adentro, está
prohibido andar afuera.
La Anciana Pura
Astilla se cansó de nosotros, afiló la cuchilla más vieja de la cocina, se puso
de espaldas con la cuchilla entre sus manos, no calculó que detrás de ella
había un espejo. Nos llamó con voz de cariño y odio de sola. Pidió que nos
fuéramos. Le quité la cuchilla con dos dedos y cuando se la iba a clavar: —No
te molestes, hace más de cien años que estoy muerta, el stress que produjo la
visita de ustedes, me hace extrañar el ataúd con tapa. ¿No me podrán llevar?
No pesaba nada,
la metimos en el único cajón que estaba abierto. Clausuramos la bóveda del
sótano, con adoquines y cemento.
El jueves
apareció mi Madre a buscarnos, desde que nacimos le apareció el delirium, no
esperaba mellizos y se sintió tremens, le mostramos la cuchilla con la que la Anciana
Pura Astilla, nos quiso matar.
—¿Saben que la
vieja había muerto hacía poco? El día martes pasado, era mi Suegra, cuentera,
insoportable, pijotera y ladrona, un día que el Padre de ustedes no estaba,
clavé ese mismo cuchillo en la espalda de la Señora Pura Astilla, no le salió
ni una gota de sangre. Para que Papá no se diera cuenta que le faltaba alguien,
la llevé al campo, al sótano del castillo.
El mismo lugar
donde nos llevó a nosotros para preservarnos de la peste.

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