Me casé con la
mujer más fea que encontré, no quería ninguna posibilidad de infidelidad.
Ella pensaba que
él la eligió por ser una persona singular, de aquellas que se quieren para
siempre.
Llevaba el
desayuno al jardín y yo miraba cómo caminaba, chueca y en chancletas. Eso era
lo de menos. Cuando la besaba sentía su acné permanente en cada poro de su
piel, tenía un granito a punto de estallar y todas las noches que nos
acostábamos, sentía que hacía el amor, con un choclo. No podía disimular el
asco que me daba. Pero me sentía seguro, que nadie iba a reparar en aquel
bagallo. La nariz era más grande que toda su cabeza y para besarla en la boca,
la punta de su nariz se me clavaba en la mejilla. Se operó la nariz. Al
cirujano se le fue la mano y quedó con nariz de chancho.
No la podía
mirar de frente, sus mocos eran más descarados que los granos, me saludaban
todo el tiempo. Por propia decisión, se cirugeó de pies a cabeza. Le hicieron
los ojos oblicuos y usaba lentes de
contacto, color azul tormenta. Daba miedo la boca, con el rictus en dirección a
los ojos. Aunque se enojara, no podía dejar de sonreír. Las lolas eran
notables, dos lunas llenas con volumen. Y el trasero le rozaba la cintura. Se lo
hicieron con lo que sobró de las lolas. Pudieron enderezarle las piernas y
rellenarle los gemelos.
Comenzaron mis
problemas, fue cuando la ascendieron cuatro veces en un año. Sus Jefes se
enamoraban de su cuerpo. Nunca supe cómo hizo, para llegar a ser “Ministra de
Economía”.
Fui el último en
enterarme, que la mujer más fea que encontré, me engañó con todos sus Jefes.
—Llegaste
temprano.
Yo la seguía
viendo fea, acudía a sus citas fortuitas. Los amantes jugaban a tirarse del
ropero. Entre uno y otro, no tenía tiempo de higienizarse. Llegaba a casa con un
olor a zoológico, que abría las ventanas para ventilar en pleno invierno.
—No soporto más
ni tus aventuras ni tu olor y antes de matarte, prefiero que te vayas.
Ella se fue, en
eso tuve suerte. Ahora me casaré, con la mujer más linda que encuentre, y así
fue. Pude olvidar esa primera mujer, tan fea, tan fea, pero tan fea, que podría
entrar en el Guinness de las feas y llevarse el Primer Premio.

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