martes, 14 de julio de 2020

SE DICE DE MÍ.


   Me casé con la mujer más fea que encontré, no quería ninguna posibilidad de infidelidad.
   Ella pensaba que él la eligió por ser una persona singular, de aquellas que se quieren para siempre.
   Llevaba el desayuno al jardín y yo miraba cómo caminaba, chueca y en chancletas. Eso era lo de menos. Cuando la besaba sentía su acné permanente en cada poro de su piel, tenía un granito a punto de estallar y todas las noches que nos acostábamos, sentía que hacía el amor, con un choclo. No podía disimular el asco que me daba. Pero me sentía seguro, que nadie iba a reparar en aquel bagallo. La nariz era más grande que toda su cabeza y para besarla en la boca, la punta de su nariz se me clavaba en la mejilla. Se operó la nariz. Al cirujano se le fue la mano y quedó con nariz de chancho.
   No la podía mirar de frente, sus mocos eran más descarados que los granos, me saludaban todo el tiempo. Por propia decisión, se cirugeó de pies a cabeza. Le hicieron los ojos oblicuos  y usaba lentes de contacto, color azul tormenta. Daba miedo la boca, con el rictus en dirección a los ojos. Aunque se enojara, no podía dejar de sonreír. Las lolas eran notables, dos lunas llenas con volumen. Y el trasero le rozaba la cintura. Se lo hicieron con lo que sobró de las lolas. Pudieron enderezarle las piernas y rellenarle los gemelos.
   Comenzaron mis problemas, fue cuando la ascendieron cuatro veces en un año. Sus Jefes se enamoraban de su cuerpo. Nunca supe cómo hizo, para llegar a ser “Ministra de Economía”.
   Fui el último en enterarme, que la mujer más fea que encontré, me engañó con todos sus Jefes.
   —Llegaste temprano.
   Yo la seguía viendo fea, acudía a sus citas fortuitas. Los amantes jugaban a tirarse del ropero. Entre uno y otro, no tenía tiempo de higienizarse. Llegaba a casa con un olor a zoológico, que abría las ventanas para ventilar en pleno invierno.
   —No soporto más ni tus aventuras ni tu olor y antes de matarte, prefiero que te vayas.
   Ella se fue, en eso tuve suerte. Ahora me casaré, con la mujer más linda que encuentre, y así fue. Pude olvidar esa primera mujer, tan fea, tan fea, pero tan fea, que podría entrar en el Guinness de las feas y llevarse el Primer Premio.

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