—Vos me tenés
que confirmar algo, sé que te enteraste.
—Maru, me llama
todos los días para preguntar, si no me doy cuenta por qué le creció. Yo no sé
nada.
Irene escuchó. —Siempre
lo mismo cuando nos reunimos.
—Ella es muy
persistente con respecto a ese tema y ninguna sabe si es mentira lo que dice.
No hay que olvidar su mitomanía, tal vez ahora sea cierto lo que inventó.
Mecha las miró
con indiferencia.
—Tengan en
cuenta que es chica, quiere llamar la atención, no tiene ninguna importancia,
lo puedo asegurar.
Irene se ofendió:
—No me creen nada
y piensan que soy incapaz de ayudarle, debo decir la verdad, desconozco de qué
se trata. ¿Qué le voy a preguntar? Es muy rigurosa con su intimidad, hice lo
imposible para que me contara, por qué le creció qué cosa.
Me contestó: —No
te metas con mi vida, fíjate en la tuya, que la tenés bastante complicada.
No quise seguir preguntando.
Me importa nada. La respeto desde que la conozco, ni sé por qué.
Los jueves se reúnen
a tomar café, Mecha, Maru e Irene. Mientras dejaban descansar la lengua, la
vieron. Caminaba con un poncho, se detuvo una cuatro por cuatro. Ella se echó
el poncho al hombro.
Estaba como de
seis, Irene dijo de ocho, Maru no dijo nada, no hacía falta.

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