Acordaron no
hablar entre ellos, dos horas por día. Frida y Samuel sintieron que con dos
horas no era suficiente. Frida engrosó su ausencia de pensamiento y pudo
escribir sin pensar, mientras que lo pensado, se le adelantaba sin necesidad de
pensar.
Samuel trabajaba
el diseño de edificios en altura, fuera de la tierra, sobre pilotes de cemento.
Cambiaba detalles que no lo conformaban.
Durante el
almuerzo, Frida le propuso a Samuel, extender el plazo de dos horas, a cuatro.
Preguntó Samuel: —¿Por?
—Necesito más
tiempo para escribir mi novela, sería mejor para terminarla, hace tres años que
comencé.
—¿Vos decís
generar más tiempo y más también?
Llegaron a un mes
de no hablarse y lo extendieron a tres. A Samuel le aceptaron los planos del
edificio y empezaron a construir. Frida terminó su libro y lo publicó. Los dos
sintieron ganas de estar juntos y hablaron de pavadas, temas que habían tratado
quinientas veces.
Él sabía cómo terminaría ella. Frida sabía de
memoria como terminaría él. Se pusieron endogámicos, no salían de su casa. Los
silencios comenzaron a ser infinitos, mientras cada uno seguía sus trabajos.
—Frida, me
parece que le estamos errando fiero. Tenemos que hacer algo que no hayamos
hecho antes. Igual, hace mucho tiempo que nuestro matrimonio es una costumbre
molesta.
—A mí me parece
que lo más apropiado, sería divorciarnos, nos estamos privando de muchas cosas.-Aseguró
Frida, con mucha seguridad.-
—Ni que lo
digas, Mujer.

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