Decían que la
Facultad de Bellas Artes, era la prima pobre de otras Facultades de La Plata.
Había una sola Mujer que posaba desnuda, en las Clases de Dibujo. Le compraron
tres estufas, para aminorar el frío, de estar una hora quieta, sin siquiera
pestañear.
Una noche de
milonga, el Profe de Dibujo Goijman, descubrió una Mujer con volúmenes
interesantes. Trabajaba de Prostituta, su nombre era Blanca. Goijman se trabó
en una charla con ella y le propuso cambiar de rubro. Debía posar desnuda de
lunes a viernes, en las Clases de Dibujo. El primer día apareció con un batón
de tres botones, donde le asomaban los rollos.
Los Alumnos
hicieron silencio mientras Blanca, se quitó la ropa, con gestos acostumbrados,
no usaba bombacha ni corpiño. Se subió a un practicable. Los Profesores le
decían qué posturas debía tomar y cada cuarenta minutos, la dejaban descansar.
Andaba por los tableros y los miraba con detención: —Esta no soy yo, no es mi
cara ni mi cuerpo.
Mientras
recorría los dibujos: —Esta sí soy yo, la verdad, que me hiciste hermosa, te
felicito, no me digas tu nombre porque seguro me lo olvido.
Le cebamos mate,
mientras ella contaba su vida. Con un pucho prendía el otro. —Trabajé de
Prostituta desde que era chica. Al principio me daba impresión, pero después me
acostumbré. La propuesta de Goijman me encantó. Prefiero andar en bolas frente
a ustedes, que frente a aquellos hombres grises.
Los Profesores
la invitaban a tomar café, en el Barcito de la Facu. Blanca aceptaba la invitación
y salía desnuda, del salón al Bar, caminado. Cuando los Profes se daban cuenta,
alguno corría a buscarle el batón.
Tienen
prejuicios los Señores, me tapaban con sus sacos, porque no sabía dónde dejé mi
batón. A mí me da lo mismo, si me dibujan en bolas. Después se avergüenzan en
mi nombre, por ir hasta el Café. Ellos también quieren escuchar mi vida.
—Mis viejos
vivían de mi trabajo y el de mis hermanas, el lugar se llamaba: “Dulces Sirenas
acarician tus sueños”. Nos quedaban los riñones destruidos. Si algún cliente
nos castigaba, pedíamos: “Socorro, Policía” y el tipo golpeador, que resultó
ser Policía, sonreía de coté. Mi Viejo golpeaba la puerta, después hablaba con
el yuta: “Esta hija que tengo, ¿le dio problemas?” y el tipo contestaba que sí,
pero si le devolvía la guita, estaría todo bien. Mi Vieja se retobaba y nos
pegaba con un cinturón: “Ustedes son unas hijas de puta.” Y era cierto nomás,
ella también era puta, igual que mi Abuela.
Detenía su
relato, cuando aparecía algún alumno sin estrenar.
A los cuatro años de laburar en la Facu, se
casó con Goijman, posaba para él, que sólo la tocaba para cambiar la postura.
—Con todo lo que
he vivido, que no me toque mi Marido, es una liberación. Y si me pongo
cachonda, siempre encuentro algún pendejo, que me hace el favor, con fervor.

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