Llegué a ser un
croto. Vivía de lo que me daban y después los puteaba, pensaba que me volví
loco por la miseria.
Mi Mujer me
esperaba en casa, de cuatro paredes de cinc.
—¿Y hoy trajiste
comida para compartir?, percibo que no, mañana salgo con vos.
Como estaban
cubiertos de pobreza, nadie les daba bola. Hablaban solos: —¿Viste que no nos
piden ni documentos? Andamos sin barbijo y para la Cana, somos personas que
molestan, por eso nos tiran las camionetas encima.
Tomábamos mates
todas las mañanas, con la familia incluida, hablábamos de pájaros, de árboles y
de sus peores enemigos: la lluvia y el invierno. Jamás tocábamos aquel tema. El
ser tan crotos nos facilitaba andar por la calle, a cualquier hora del día. Nos
sentíamos tan libres, por primera vez éramos felices.
Dormíamos en las
esquinas, unos guarros nos robaron las bolsitas de los pocos alimentos que
llevábamos. Nos sentimos vulnerables, abandonamos la calle y no salíamos de
nuestra casa.
Estábamos tan
desnutridos que fuimos a pedir al Hospital, que nos dieran camas.
Por primera vez
teníamos sábanas, colchones y abrigo. Ella le decía a su Marido: —Qué suaves
son las sábanas, las frazadas son tan blancas y finitas, aquí conocemos el
estar calentitos.
Las Enfermeras
nos daban trato de privilegio.
—Yo de acá no me
voy.
El Médico de las
noticias terminales, nos dijo que toda la familia, teníamos Corona Virus. Acá
nos sentimos tan bien, que nos vamos a quedar.
—No tenemos
camas, necesitamos las suyas. -Dijo el Doc-.
—¿Y nosotros?
—Deben volver a
su casa.
—Y allá, ¿quién
nos atiende?, si todos estamos enfermos.
—Les recomiendo
la cama y dormir, son dos detalles, con el que pueden subsistir, frente al
hambre y la sed.

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