Paz: —Estoy
triste, nerviosa, desalentada.
Psi: —¿Y por qué
desalentada?
Paz: —Vine para
que me conteste, no para que me pregunte.
Psi: —Yo también
estoy triste, nervioso, desalentado.
Paz: —Si le pasan
esas cosas, debe ser porque tiene menos pacientes, poca plata. Nadie hace
Terapia, para poder ahorrar.
Psi: —Vino un
amigo y me abrazó, decía que 100 días era demasiado tiempo para no abrazarse y
nos dimos un beso y un abrazo, como los de antes.
Paz: —Vivo sola
y me siento tan sola que hablo conmigo y me contesto.
Psi: —¿Por qué
me cuenta lo mismo que todos sabemos?
Paz: —Lo mío
sucedió cuando venía mi hijo de visita, no lo dejaron salir de la Ciudad, había
cambiado sus sábanas. anoche me di cuenta que esas sábanas no fueron lavadas
desde hace cien días. No me baño ni me peino, ni cambio mis sábanas. Para
llegar hasta su Consultorio, me exigieron tantas tarjetas, que al Poli se le
cayeron dos. Por suerte quedaron pegadas en las ruedas del auto.
Psi:— Para
venir, ¿se bañó? No logró peinarse, tiene un ovillo en la cabeza. Eso sí, se
puso perfume francés, para que no me diera cuenta.
Paz:—Usted
tampoco se bañó, hay olor a chivo y a patas. El barbijo transparente también
tiene mugre.
Psi: —No quiero
que venga más, cuando usted se retira, me deja sus liendres en el diván y toda
clase de insectos. Lamento echarla, pero tengo mis razones. Usted es un máximo
exponente de contagio.
Paz: —Ya estoy
contagiada y no me ando quejando como usted.
Es terrible
salir del Psi, sin ninguna solución. Pero como dijo una Maestra burra que tuve:
—Las cosas, es así.

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