—Soy un chico
feo y malo. Te pido respeto, el mismo respeto que tengo por vos. Basta de niño
lindo y bueno.
—Algunas
escuelas ya están funcionando, elegí la que te guste.
—No me gusta
ninguna. El año pasado la chica más linda, me dijo que era feo y malo. Hizo
hincapié en que era feo, feísimo. Me fui a sentar en otra mesa, le tiraba con
piedras inofensivas y dijo: “Sos un chico malo, malísimo.” No entiendo cómo son
las chicas. En el segundo recreo, ella se acercó y me dio un piquito. Dijo:
“¿Sabés que los chicos feos me parecen atractivos?, los lindos son insulsos.
También me gusta tu casa tudor y que te saques diez en todas las materias.”
—Vos todavía sos
chico, tenés que estudiar como hasta ahora, seguro que te eligen abanderado. Y
a esa chica, no le des importancia.
—Le dijo a todo
el mundo que soy su novio, me espera a la salida y me acompaña hasta casa, me
despide con un beso, que ya no es un piquito. En la escuela acerca la cabeza,
se copia todo. Igual soy el primero en terminar. Voy a la Maestra para que me
corrija, siempre pone ¡Diez! ¡Excelente! En el recreo no puedo jugar con nadie,
ella siempre habla conmigo y dice estupideces.
—Bueno, hijo, yo
también hablo mucho y digo estupideces.
—Así me contó
Papá, no lo dejás hablar, ni siquiera le preguntás cómo está cuando vuelve de
trabajar.
—Ah, sí, cuando
venga le voy a parar el carro.
—Hacé lo que
quieras. El otro día entré al salón y todos gritaron: “Tiene Novia, tiene
Novia”. Fue un papelón. Ella me miraba arrobada. No le pienso dar más pelota.
En los recreos voy a jugar a la pelota con los chicos, es muchísimo más
divertido.
—Muy bien niño,
perdón, digo chico astuto.
—Lo peor fue
cuando me nombraron abanderado. Estaba la Directora, la Maestra y ella con un
guardapolvo nuevo y almidonado. Un moño gigante en el trasero, con cientos de
“te quiero, te quiero, te quiero.” La dejaron tomar la punta de la bandera,
para ayudar a que no tocara el piso cuando la izaba.
—Hijito,
perdóname, no asistí a la ceremonia, porque la Abuela estaba enferma. Siento
mucho orgullo…
—Mamá, la
indignación me superó, tuve náuseas, vomité sobre su cara y la bandera. Tenía
muchas ganas de hacer pis, bajé el cierre de mi bragueta y meé los zapatos de
todos lo que me rodeaban. Quedaron anudados, perdón, anonadados. Cuando salí yo
solo por la puerta de la Escuela, me dio una diarrea, que tampoco pude
contener. Me bajé el pantalón y les cagué toda la escalera.
—¡¿Y después qué
más te pasó?!
—Por fin
descubrí que la escuela es una mierda.

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