domingo, 18 de octubre de 2020

TESTIGO

 

   Para sus Padres, Ruth era algo se su propiedad. Ella andaba por cualquier lugar.

   Lugares especiales, donde encontró sierras tan lejanas que nadie sabía. Lagos de diez por veinte con pastitos que hacían cosquillas y nadaba hasta los yuyos del centro. Muy peligroso. Se enroscaban en las piernas y cabía la posibilidad de ahogarse.

    Había tres amigos trillizos que nadaban con ella. Comían los cuatro por la generosidad de los trillizos. Los chicos sabían que en su casa, nunca le daban de comer, terminaba la cena con piedritas para perro, rociadas con le che. La Madre era una especie de bruja indocumentada. Cada vez que se encontraba con Ruth, en vez de darle un beso, le daba una cachetada. La chica soñaba que una cachetada de su Madre, era un beso. Los trillizos le avisaron que sus Padres le comían la vida. Que serían capaces de ser antropófagos y ahí no había vacas, ni chanchos, ni pollos. La única que tenía carne, era ella.

   Los Padres de los trillizos la invitaron a vivir con ellos. A Ruth le brillaron los ojos y abrazó a los tres hermanos juntos.

    La Madre nueva, la mandó a la Escuela. Cuando se recibiera de algo importante, todos esperarían que a la Madre se le fueran las ganas de tener a Ruth como su mejor hija. La sobreprotegía, le daba besos, le cantaba. Los trillizos le parecían descartables. Cuando cumplió los quince, su Madre le diseñó y le cosió un vestido de Princesa, que arrastraba por las escaleras. Le hizo unos tirabuzones perfectos y la maquilló con discreción.

   Ruth no quería aquella fiesta, llena de invitados que ella desconocía. Le dieron valor los hermanos. La Madre se había esmerado por primera vez en sus hijos varones. Los hizo bañar y peinar. Mandó a hacer trajes smoking. Tomadas de lejos, Ruth parecía una Princesa y los hermanos, tres Príncipes, donde se murmuró que uno de ellos sería el elegido como Príncipe consorte.

   Ruth se mandó el circo de concurrir a la ceremonia, con una superposición de telas transparentes, si nada abajo. Bailaron hasta la madrugada. Tomaron mucho champagne y se quedaron a dormir en el jardín. Ruth se levantó al segundo y dedicó su tiempo para mirar bien a los tres hermanos. Eran iguales físicamente e intelectualmente también. Ella pensó el momento de elegir, como no podía dijo:

   —Ta-te-tí, figurita para mí —y a ese se dedicó.

   Lo llamaba:

   — “Cariño”. Vení para acá, Cariño, vamos a nadar, Cariño.

   Y la Madre se inflamaba, no le gustaba Ruth para que sea esposa de su hijo.

   Cuando los descubrió haciendo el amor, la tomó de un brazo, la amenazó con una escopeta:

   —¡Volvé a tu vieja casa!, No quiero una vagabunda aquí. 

   Ruth huyó hasta el granero, como habían quedado con su novio. Él estaba sacando los pastos secos, que cubrían un auto nuevo, ambos se subieron. Cuando empezó la comezón del séptimo año, Ruth se divorció y al poco tiempo se casó con otro trillizo. Sucedió lo mismo, al séptimo año volvió a divorciarse. Limaron asperezas y volvieron a ser amigos.

   Ruth, la pobre que tuvo una infancia deplorable, resucitó en medio de un lago, buceando con sus amigos, como cuando era una niña. 

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