miércoles, 21 de octubre de 2020

IDENTIDAD

 

   Sabía que eran tres, pero cuando le mostraba uno y no había coincidencias, te repatriaban. Probé con otro, no, tampoco coincidía, tres meses adentro. Ésta es la mía cuando pueda salir, usaré el tercero. Me presenté y extendí mi identidad. Se la guardó en el bolsillo y encima lo dijo:

   —Ésta me viene bien para un amigo.

   Me mandaron a Trabajos Comunitarios, se me encorvó la espalda de tanto revolver tierra. Estuve veinte años con el mismo trabajo. Hubo una rebelión que dejó alambres cortados. Me escapé con el traje de un soldado muerto.

   Me senté en un banco de plaza destartalado. Pensé en tomarme un licuado y lo tomé. Cuando iba a pagar, recordé que no tenía nada. Revisé los bolsillos y encontré el dinero para mi consumo. Toco una especie de libreta. Leo en soledad: “Pasaporte de un Soldado muerto”. Una suerte, estaba muerto, por lo tanto yo también estoy muerto. Por fin supe quién era, me llamaba Martín Lastra, tengo 45 años, nací en un barco que equivalía a tener dos nacionalidades, más la del muerto. Fue providencial, me acordé que me llamo Martín Lastra, sé mi edad y lugar de nacimiento. Deduje que él, en la contienda, perdió la vida. Igual se alegró post mortem. El soldado muerto tenía su documentación robada y trabajaba para la FBI.

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