domingo, 11 de octubre de 2020

BEIJING

 

   —En definitiva ¿vos qué hacés?

   Roberta contestó:

   —Nada. No me interesa nada ni nadie. La única sos vos, para eso estoy, para tenerte de las manos y ponerte el respirador.

   Petunia le dio la idea de conocer China:

   —Un lugar interesante, Beijing, tan distinto del nuestro ¿sabés qué encontrás en los conteiners?, niños vivos y muertos de hambre. Podrás encontrar un hombre que te quiera.

   Roberta pensó en lo que le pasó, no le quiso contar a su amiga enferma que odiaba a los hombres.

   Cuando Petunia murió, pasó su duelo llorando. Recibió un llamado para dar lectura al testamento. Ella fue con su ropa raída y olor a pobreza. Todos los presentes carraspearon cuando la vieron. La  única heredera era Roberta. Se enteraron los parientes y desparecieron de inmediato. Se escuchaba decir “qué ingrata, cómo nos pudo ignorar…” Siguieron comentarios iguales o peores.

   Tenía una casa en Uruguay, una cabaña en Ilha Grande, un piso en Puerto Madero y una caja de seguridad en California. Le dejaron una carta personal: “Querida Roberta, vendé el piso de Puerto Madero, casi todo el Gobierno compra ahí, son unos grasas. Eso te dará dividendos para conocer los lugares que quieras, que te diviertas. Yo, sobre una nube, te acompaño. Gracias por seguir siendo mi mejor amiga.                       Petunia.    PD usá mi ropa y tirá esos andrajos.

   Roberta vendió y huyó. Quiso hacerle una devolución a su amiga y tomó un vuelo a Beijing. Se alojó en un Petit Hotel. Era zona de barrios bajos más pintorescos que otros. Se asustó un poco, porque la gente la rodeaba, sólo para observarla, rubia, de ojos celestes, con el pelo que le llegaba a la cintura. Es la característica de ese Pueblo. Si te ven por primera vez en un negocio, todos se acercan para mirar qué comprás. Son capaces de aplaudirte cuando te vas.

   Recorriendo callecitas tropezó con un conteiner. Escuchó un llanto de bebé. Le dio tanta pena, que la depositó en su mochila y con un pañuelo la envolvió. Compró una mamadera, leche, pañales y ropita.

   Entró en su habitación, preparó leche tibia, con agua. La bebé tomó hasta la última gota y quiso más. Roberta se contuvo y lo dejó descansar. Hasta que le echó un vómito en el hombro.

   Era una bebé, que bautizó con el nombre de Petunia, le dio un baño de agua tibia y Petunia se durmió antes de ponerle un pañal.

   Esa noche durmieron juntas. Tuvo miedo de aplastarla, pero no sucedió. Sacó un pasaje a Bs As y denunció que había encontrado una bebé dentro de un conteiner. Le otorgaron la tenencia con inmediatez. Compró un cochecito amplio para que durmiera solita, bien cerca de su cama.

   En la plaza se acercaban a mirarlas a las dos. Todos se sorprendían que su Madre fuera rubia y la bebé china. A Roberta le asombraba tanta contemplación. Miró hacia el cielo buscando una nube, donde estuviera su amiga. Hasta la bebé hizo su primer sonrisa complacida.

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