—Recién entré y
no encuentro la salida.
Me señaló un
Abogado:
—Al fondo a la
derecha.
El tipo pensó
que iba a ocupar el toilette de damas.
Encontré otro
símil.
—Usted siga,
siga, siga, es un Partenón, que tenga suerte.
Nunca llegaba a
la salida. Pregunté a un Ordenanza:
—Señora,
encontrará la oscuridad más absoluta, este trayecto las lleva directo a la
puerta de salida.
—¿Cómo?
¿Entonces hay una salida?
—Su Marido me
contó que usted hace las compras del almuerzo y se encuentran en la mitad de
Tribunales. Hubo corte de luz, la dejo aquí, tengo que continuar con mi
trabajo.
Me sentí sola,
adentro de un espacio negro, donde un cartel fluorescente decía: “Antes de irse
tiene que Votar”. Para mí, votar es una tortura, pongo cualquier boleta, igual
es lo mismo.
Se abrió una
puerta de dos hojas, la luz del sol no me dejaba ver pero escuché la voz de mi
Marido:
—¡Qué suerte que
te encontré! Acá en la esquina hay una enorme manifestación pidiendo Justicia.
Tenés que correr un poco.
—¿Por la
manifestación?
—No, es porque
se evaporó el agua de las remolachas. Traté de sacarlas con la pinza del auto,
pero se me rompieron las remolachas, la pinza, la hornalla, llegó hasta el
piso, mejor vení vos. Te lo tenía que decir, no vaya a ser que se nos incendie
la cocina. Abramos las ventanas y el humo va a salir.
Esto pasó por no
cuidar el hervor. Lo más sensato debió ser poner a hervir una pava y agregar lo
que le faltaba.
—Vos no me
querés, será por eso que te odio tanto. No te gusta cuando preparo remolachas y
las comés por obligación.
En tu primer pis
de la mañana empezás a gritar: “¡Me sale sangre! Me sale sangre” y yo te
socorro y aunque no quiera mirar, miro y te digo horrorizada:
—Tenés razón, te
salió sangre y no sabés cómo lo disfruto.

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