El colectivo, lo
tomo en la puerta de mi casa y me deja en el café. Siempre iba con chomba,
pantalón y zapatos.
Un día decidí ir
en pantuflas, tenía los pies hinchados y era todo tan inmediato, que nadie
diría nada. Otro día, quise ir con mi pantalón piyama y pantuflas, pero seguí
conservando mi chomba.
Finalmente,
encontré el atuendo más cómodo, para mi café de la mañana, un buen piyama, una
bata de pirineo, último regalo de mi abuela. Nadie dijo nada, luego recordé que
nunca dicen nada.
El café tiene
doce cubitos de azúcar, que sumerjo de a uno, como un orfebre. Lo único
desagradable, es que el café desborda la taza, el plato, la mesa y finalmente
aterriza en mi bata de pirineo. No me importa, con la cucharita, tomo jugo de
azúcar con café. Soy feliz. El Médico me dijo que me voy a morir, yo le dije
que él también.

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