jueves, 29 de octubre de 2020

NO SE ENCUENTRA EN ESTE MOMENTO

 

   No sé si llamarte querido Cirilo, lo de querido olvidate.

   Te dejé 1500 mensajes por celu y no fuiste capaz de contestar ninguno. Para mí era muy importante, necesitaba o necesité. Ahora no me importa, igual te lo cuento para quitarte esa molicie de no cargar el celu. Melina dijo que no me quería más, pero tenía que pensarlo unos días. Resolvió pensar en mi casa.

   Me parecía mentira que no durmiera conmigo, me levantaba de noche y la buscaba. Estaba sentada abajo, prendiendo un pucho, tal vez pensando, cuando en realidad, Melina no piensa. Cuando bajé tenía el portón abierto y una escopeta escondida en su espalda.

   —¿Qué hacés levantada?

   —Escuché unas risotadas y sentí que me miraban, salí a ver quiénes eran. Preferí saber de qué se trataba, antes que encerrarme en casa y terminar en tu cama sin pensar nada. Me olvidé que no te quería más.

   Siguió hablando tanto, que al final cerré los ojos pero no me dormí. La vi saliendo de la cama como una serpiente venenosa. Se arrastró hasta el portón, allí la esperaba un corcel con bridas de plata y un jinete con armadura, casco con cresta, tejido de plata y una espada larga. Arranqué mi porchecito verde y allí la encontré llorando, sobre una armadura que no tenía nada.

   Inspeccioné con la mano y había un esqueleto sonriente, que quiso someterme. Me recordó al Caballero inexistente, lo reconocí gracias a una revista mexicana, que leí cuando era chica.

   Melina arrancó mi porchecito verde, no sin antes poner en la butaca de atrás el esqueleto que sonreía. Había colgando en el paragolpes trasero, un cartel pegado que decía: RECIÉN CASADOS, arrastrando la armadura colgando de una soga. Lo que más me dolió fue que me robara el auto.  

   Te escribo para ver si por este medio cargás el celular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario