Fue por culpa de
mis costillas rotas. Conseguí una Mujer con manos de trabajar y ojos buenos. El
primer día descubrió que bajo una capa de tierra apisonada, tenía mosaicos
negros y blancos imitando al mármol.
Íbamos por su
cuarto día de trabajo. Pasaba a los pies de mi cama y saludaba mi invalidez. El
único camino para pasar de una habitación a otra, era mi propio dormitorio. Un
día pasó y preguntó:
—¿Usted tiene
Marido?
—¿Cuál es la
razón de su interés?
Puso cara de
equivocada:
—Como su cama es
tan grande, y usted siempre a la derecha, pensé que era soltera.
—No! No soy
soltera, siga trabajando.
La muy zorra,
hizo su segundo descubrimiento: bajo cientos de capas de cera, si se dejaba la madera
desnuda, le pasaría su primer encerado. Estuve una semana escuchando la lija
metálica. Me mostraron los videos de la planta baja, casi artesanal.
Luego le dio por
blanquear toda la ropa de casa. Pasaba y volvía a pasar, con pilas de ropa,
lavadas y planchadas. Y la muy atrevida me guiñaba un ojo. Quería que se fuera,
no verle más esa cara de pasarse de lista.
Volvió mi
Marido, yo estaba fajada del cuello a los pies. Alcancé a mirar y escuchar, que
él le decía:
—¡Cómo te
extrañé! Esta noche nos ponemos al día.
—¿Y qué hacemos
con la Señora?
—La
trasladaremos envuelta en su sábana y la dejaremos en el sillón de abajo. Antes
le pondremos la inyección que asegura, que dormirá veinticuatro horas seguidas.

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