domingo, 4 de octubre de 2020

CUENTERA

 

   —¿En qué estás pensando?

   La peor pregunta del mundo. Puedo pensar en una idea, en cincuenta, la primera cifra será la productiva. Aquí frenan las demás. Usás el cráneo, de allí viene lo de cranear. No le agregues condimentos anteriores, usá caminos diferentes y tomá uno para no perderte. Elegí por el olor a tostadas. El oído que perciba una música que huye y una sonrisa, un apenas, no hay que exagerar. Aparece un hombre, mis cuentos siempre tienen un hombre. Que tus sábanas tengan olor a nada, los perfumes confunden. Si él desaparece después de un polvo fortuito, te angustiás, es un lugar común que resucita con un hombre nuevo. Habla despacio, dice lo que dice y muy de a poco te acaricia los ojos. No le respondas enseguida, él se dará cuenta que con alguna pretensión, depositás una pashmina en tu espalda. Y como sin querer, le rozás las manos. Ya sabrás que él tiene la misma tersura de un pétalo de rosa. Aprovechalo, pondrá sus manos debajo de tu camisa transparente, que siga. Dejá que haga lo que quiera hasta aquí. Tu camisa glisada, tratá de parecer una mujer que conoce sus límites. Le pedirás que se vaya. Se irá respetando tus acciones. Con la yugular latiendo reducirás su autoestima. Él volverá al día siguiente, te despertará con un café y dos tostadas. Justo aquel olor que te gustaba. Cuando terminás tu desayuno le das un beso tranquilo y lo empujás a tu cama. Él se mostrará asombrado, se dará cuenta que dormís desnuda y te dará un abrazo estrecho, vos devolvele con una disposición generosa. Cuando escribo un cuento lo corto, prefiero ser breve y algo perversa también.

   Cuando él está adentro tuyo, cerrá los ojos y no gimas, que es muy ordinario. Él tendrá en sus manos una cerbatana envenenada, que la clavará en medio de tu pecho. Te vas a morir casi al final de tu orgasmo. Tu propio final. El mejor.  

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