El Marido de
Petete se volvió tan loco, que la siguió por toda la casa, para matarla con su
cuchillo. Subió corriendo las escaleras hasta la terraza. Escuché los pasos de
lejos y bajé por el ascensor, hasta donde vivía el Portero. Lo llevó una
Ambulancia y le pusieron un chaleco de fuerza como para inmovilizar un caballo.
El Médico de la
casa, dijo:
—La única
solución es una lobotomía. Ha dado excelentes resultados. Puede volver a su
casa y hacer vida normal, después que se recupere.
Florencio permanecía
siempre con la misma cara, no recordaba, no hablaba, no se reía, ni lloraba.
Petete le daba de comer en la boca, le entraba por un costado y le salía por el
otro. Toda la familia se reunía para los almuerzos del domingo. Florencio
ocupaba la cabecera, no controlaba sus esfínteres. Los parientes se levantaban
con náuseas. Habló con ella, una de sus Sobrinas, le sugirió que lo internara.
—Juré que lo
cuidaría hasta que la vida nos separe, yo me encargo. ¿Viste que tejo de memoria?, me siento en un
sillón frente a él cuando duerme la siesta. No cierra los ojos, de noche duerme
con los ojos abiertos.
Él fue Jefe de
Policía, cuando estaba en ejercicio, mandó al muere 250 adolescentes. Petete se
hacía la que nada sabía. La noche que le dio el ataque de tejido:
—Florencio, ¿me
alcanzás las tijeras?
A él le
brillaron los ojos y hasta parpadeaba y se rascaba las pelotas. Le alcanzó la
tijera con las agujas, por ser amable con ella, le metió una aguja en cada ojo
y después murió de un paro.
Petete quedó
ciega, nadie le contó que Florencio estaba muerto. Se compró una chaise longue
y se alegraba del progreso del Marido, no se escuchaba volar un mosquito.
—Doctor Añado,
le hablo para agradecerle el trabajo de hacer callar a Florencio. Estamos los
dos, sólo usted nos salvó a los dos.

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