Jugaban al
Patrón de la Vereda, en la misma cuadra donde vivían todos. Siempre ganaba el
Patrón, era hijo de un Capitalista de Juego. Fue el único que se fue de
vacaciones, al Norte de México.
—¡Por fin solos!
—dijeron los chicos.
Por las
tardecitas pasaban dos camionetas de la Policía. Una tarde preguntaron por qué
faltaba uno de ellos.
—Se fueron de
vacaciones, no quedó nadie en su casa, si les piensan robar, nosotros los vamos
a llamar, para que roben todo.
Pasaron 48 horas
después y nos hicieron caso. Hasta las canillas de los baños, la pantalla de
una pared y las 50 computadoras que eran para dar conferencias.
—El Viejo se va poner
furioso.
—Ah, después de
las 18 horas se meten en sus casas, los hemos visto jugar hasta las nueve.
No nos preocupó
para nada, vamos a seguir jugando. Estamos tranquilos, con todos los datos que
les dimos.
Esa misma noche
llegaron con barbijos, antiparras y dos camionetas, les cupo todo y mucho más.
Vinieron dos móviles que los ayudaron con otras cosas. Son astutos, pusieron
todo prolijo y de esas cosas saben mucho. Están entrenados para robar.
Por la mañana
estacionaron en la vereda. Cayó un móvil y les regaló bombones de chocolate,
rellenos con muzzarella.

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