sábado, 24 de octubre de 2020

JUEVES

   Justo me falta hoy que es el día que más la necesito. Vienen Coli, Dolly y Pichi, para jugar a la canasta. Limpié mal y lo que pude. Las persianas a medias, para que parezca un buen trabajo de recepción. Desde el pasillo las escuché, hablaban como loros. No son amigas mías, eran las amigas de mi Madre. Para no extrañar al líder de su trilogía, venían a jugar a los naipes todos los jueves. Hablaban de Mamá, como si estuviera viva y trataron de convencerme que mi Madre me quería.

   —No me mientan, nunca me quiso, era mala como el demonio, a vos, Coli, te sacaba el cuero, decía que te vestías mal y tu ropa tenía olor a naftalina. A vos Dolly te tenía envidia por tener mucho dinero y le daba odio que fueras tan pijotera. Siempre recordaba el regalo que me hiciste a los quince, un collar de perlas que compraste en el kiosco de la esquina. De Pichi le repugnaba su mal aliento y sus pies con hongos.

   —Bueno, ya no importa, vení y prendete en la partida, jugás mejor que tu vieja.

   Mamá se acostó con los Maridos de las tres, ellas la querían tanto, que nunca se los dije. Era tan perversa que pretendió quitarme a mi Novio con ardides de puta.

   Coli, Dolly y Pichi, se peleaban por tenerme en sus casas, me llevaban al Cine y al Teatro. Me hacían sentir como una huérfana repartida entre tres Madres. Cuando por fin se murió, le quemé toda la ropa y el resto de sus pertenencias.

   No quise dejar nada afuera, les conté a sus amigas que Mamá le había sido infiel a mi Padre con los Maridos de ellas y con cualquier tipo que se le cruzara.

   Cuando me regalaron el auto, no quería que manejara. Me rebelé y le pasé por encima. Me parece que a Papá también lo alegró. Todos nos merecíamos este tiempo sin ella y fue lo mejor, porque descansamos con la conciencia en paz, para siempre.   


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