Todos los
domingos iba a misa. Cuando llegaba el sermón se retiraba. Frente a un cafecito
pedía perdón por sus pecados. Los acólitos lo miraban sentado en el bar y le
daban vuelta la cara. El rostro de Archi parecía hecho de frutas y verduras.
Una paradoja de Archimboldo, tenía dos bananas que definían la boca, dos
enormes manzanas eran los pómulos, una sandía por cabeza, los dientes ajos
pelados y las orejas compuestas por racimos de uvas.
Puso una
verdulería para vender su rostro. La primera clienta que entró se llevó toda su
cara, hasta las papas que formaban su cuerpo. Archi no tuvo más remedio que
cerrar.
Seguía
asistiendo a misa los domingos. Ahora nadie lo veía. Una anciana con monóculos
le preguntó:
—¿Las campanas
doblan?
Archi le explicó:
—Tiene que mirar
el semáforo para ver cuándo dobla hacia la derecha o hacia la izquierda. Acá en
la esquina puede doblar a la derecha.
—Disculpe, joven, con esta neblina parece invisible.
Archi replicó:
—Yo hice el
protagónico del hombre invisible, decidí pintarme de blanco, porque la gente me
empujaban, me escupían, me pisaban siempre. Mi querida Señora, es poco
conveniente que la escuchen hablar sola, lo digo por su seguridad.
La anciana
escuchó aquellas palabras:
—Usted no se
preocupe, me cuido sola. ¿Desea usted acompañarme a la Iglesia?
Archi, muy
seguro de sí mismo:
—Yo quisiera,
pero no, están doblando las campanas, a las 20 horas voy a la Sinagoga, soy
judío y Rabino.
La anciana con
asombro:
—Es judío, no
me diga que no, tiene cara de judío, lo que no entiendo es lo de la misa.
—Archi sonrió,
soy judeocristiano de pensamiento dividido. Los cristianos tenemos a dios entre
nosotros. Los judíos todavía lo estamos esperando. Como me gusta ampliar mis
horizontes, también soy taoísta, budista, evangelista y por las dudas
fundamentalmente ateo. Lo de agnóstico me parece una cobardía.

No hay comentarios:
Publicar un comentario